Siria, refugio de Oriente Próximo
16 de febrero 2012 | 23:04 ActualidadRT
Geográficamente, Siria se encuentra en la confluencia de los
continentes asiático, africano y europeo. Auténtico cruce de caminos, corazón
de Oriente Próximo y origen de la civilización, Damasco es considerada la
ciudad más antigua de la humanidad.
Desde los orígenes de la historia, esta tierra fue campo de
batalla entre imperios orientales y occidentales, septentrionales y
meridionales, incluso con anterioridad a la aparición de la escritura, miles de
años antes del nacimiento de Jesús y Mahoma.
Hititas, sumerios, asirios y egipcios dieron paso a
fenicios, griegos, romanos, arameos y hebreos, y posteriormente a bizantinos y
persas. La última gran invasión sería la árabe y la de los cruzados europeos,
seguidas siglos más tarde de la otomana. A principios del siglo XX, Gran
Bretaña y Francia pusieron los ojos en la región y acabarían estableciendo sus
regímenes coloniales partiendo la siria originaria en cuatro regiones;
Palestina, Jordania, Siria y Líbano.
Todo éste sustrato histórico ha imprimido de un carácter
solidario y tolerante a sus gentes, acostumbradas desde tiempos inmemoriales a
dar refugio a comunidades humanas enteras que huían de la represión de los
grandes imperios durante todas las fases de la historia.
A su vez, éstas circunstancias históricas han hecho de Siria
un país polifacético, con una sociedad pluricultural, multiconfesional y
multiétnica que ha mostrado al mundo una increíble cohesión e integración
social, un ejemplo de convivencia y espíritu nacional durante los últimos años.
Este espíritu solidario y tolerante de sus gentes ha sido
puesto de manifiesto en la historia reciente, siendo Siria el único país de
Oriente Próximo que ha mantenido su apoyo inquebrantable a la causa palestina.
Más de tres millones de palestinos descendientes de los que tras la creación
del Estado de Israel fueron expulsados de sus tierras y llegaron en masa al
país. Hoy viven y forman parte de la sociedad siria, sin renunciar por ello a
la esperanza de retorno a su tierra ocupada.
Todos aquellos palestinos fueron recibidos con los brazos
abiertos por la población siria, al igual que el más de un millón de armenios
que habían encontrado también refugio en Siria después de huir del genocidio
perpetrado contra ellos por los turcos a principios del siglo XX. Por no
mencionar a las decenas de miles de kurdos que huyeron también del sur de
Turquía y son hoy ciudadanos sirios, y a los descendientes de los argelinos
reprimidos por los franceses en los años cincuenta del siglo pasado.
Su condición de país refugio ha sido nuevamente puesta de
manifiesto en la última década, cuando las tropas de la OTAN ocuparon Irak en
2004 y más de dos millones de refugiados iraquíes llegaron a Damasco. También
en julio de 2007, cuando cientos de miles de libaneses cruzaron la frontera
huyendo de los atroces bombardeos de Israel sobre el Líbano.
Siria es también el único país que se ha enfrentado en tres
ocasiones a Israel, perdiendo los Altos del Golán en la última contienda. Y
pese a todas las derrotas, sigue siendo el único país de Oriente Próximo que
nunca se arrodilló ante el gran hegemón israelo-estadounidense, que desde
mediados del siglo pasado ha intervenido en la región, fomentando las
divisiones étnicas, religiosas y culturales en los mismos países que las
potencias occidentales crearon artificialmente durante la colonización.
La cohesión social de Siria y su condición de país refugio
de Oriente Próximo están siendo minadas desde que hace un año, cuando las
legítimas reivindicaciones democráticas y pacíficas de parte de la población
fueron aprovechadas por grupúsculos islamistas financiados por occidente con el
objetivo de crear el caos y la caída del gobierno, y propiciar así la
instauración de un régimen radical y títere que permita a las potencias
occidentales y a Israel conseguir sus objetivos geopolíticos en toda la región.
Siria no merece esto…
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