Al magnífico
texto de Hermann Bellinghausen , con todo respeto, le faltó mencionar a otros prominentes policías del Régimen
que usurpan la toga y el birrete, y que obviamente pertenecen a la oprobiosa
familia judicial que tienen de rehén a esa obsoleta institución simbiótica llamada
Poder Judicial Federal-Suprema Corte
de Justicia y con ello a la Justicia de
México. Estos tenebrosos personajes por
todo mundo conocidos no son más que
Alejandro Luna Ramos, Hermano de la Ministra Policía que menciona Hermann Bellinghausen y Sergio Valls
Hernández, éste que con cero carrera en
el ramo de la justicia, siendo destacado
policía del Régimen en el Consejo de la Judicatura Federal, a pesar de estar
impedido constitucional y legalmente, la
mano Presidencial lo puso en el cargo de
ministro-policía dentro de la Suprema
Corte, cargo que desde luego usurpa de manera abierta y cínica. Se pueden
mencionar como chiapanecos a todos los
demás jueces y magistrados y altos
burócratas incrustados en el
llamado Poder Judicial Federal bajo las
consignas que permite el
Sistema provenientes de los sujetos que se nombran por Hermann Bellinghausen y en este breve comentario. Escarbando bajo el amparo de la Ley de Transparencia
se puede saber la trayectoria e
índole de todas esas personas. Todos esos
sujetos son brillantes ejecutores y esbirros
del Régimen. Son los que
entregaron el Poder de manera vil a Enrique
Peña Nieto en la abyecta, como lo dijo de manera privada un también
magistrado del mismo Poder Judicial, resolución,
no se tienen memoria de tanta mansedumbre del supuesto Poder Judicial, pronunciada
por el Tribunal Federal
Electoral, entonces bajo la presidencia del mencionado Luna
Ramos, todavía flamante integrante de la misma institución, quien se da el lujo
de perorar acerca de arte en el Canal de TV que regentean la Suprema Corte, el
Consejo de la Judicatura Federal y el
mencionado TRIFE bajo la influencia nefasta y obviamente vendepatrias de
Televisa, canal judicial dedicado a repetir en forma de noticias las atrocidades
del gobierno de los Estados
Unidos. Vaya tutelaje inicuo ¡Caray! Nuestra
admiración para el insigne maestro chiapaneco Alberto Patishtán,
preso político del Chacal de San Salvador
Atenco y chacal tan dócil al imperialismo angloeurogringo, represor del heróico pueblo y Nación de México, encarnados en los aguerridos maestros
de Oaxaca, Guerrero y Michoacán. @BenitoJuarezG
http://goo.gl/afmC7w
Anterior texto es comentario a texto de LaJornada con el siguiente dirección:
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/09/16/01317897-justicia-basura-hermann-bellinghausen
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Alberto Patishtán y la justicia basura / Hermann
Bellinghausen
Hermann Bellinghausen
Publicado: 16/09/2013 00:13
En cierto modo son irrelevantes, sólo un escalón inferior en
la cadena alimentaria en que se ha convertido nuestro oprobioso y oneroso sistema
de justicia, pero no está de más insistir en nombrarlos. Freddy Gabriel Celis
Fuentes, Manuel de Jesús Rosales Suárez y Arturo Centeno Garduño, como
magistrados federales ubicados en Tuxtla Gutiérrez, desecharon en ultimísima
instancia el reconocimiento de inocencia para el profesor Alberto Patishtán.
Gracias a ellos la pesadilla continúa. En medio del reformismo radical y
regresivo que desmantela los contenidos sociales y la defensa de la Nación en
el cuerpo de las leyes, y cuando se escatiman las garantías de justicia y
libertades, el dictamen contra Patishtán constituye todo un mensaje del Estado
(como señalara aquí Luis Navarro Hernández) que alcanza a los maestros, los
pueblos indígenas y cualquier mexicano que diga no.
¿Separación de poderes, independencia? Ya no hay quien se las
crea. Por razones de Estado, o compromisos previamente adquiridos, este mismo
sistema de tribunales ha liberado, bajo peregrinos sofismas legistas y
mediáticos, a narcotraficantes y secuestradores internacionales, políticos y
sus parientes embarrados hasta el cuello, paramilitares convictos y confesos de
genocidio, y gente así. Aunque el Consejo de la Judicatura Federal, curándose
en salud, informó que el fallo “deja sentado que lo resuelto en este incidente
de reconocimiento de inocencia no contiene un pronunciamiento sobre la
responsabilidad penal del sentenciado”.
La división de poderes se reduce a una red de complicidades y
reparto de prebendas entre grupos amafiados en torno al presupuesto. Todos
estos ministros de la Corte conforman un trabuco exorbitantemente bien pagado,
“para que no se corrompan” y en función de su “alta investidura”. A su vez
vinculados con otros grupos de poder en televisoras, universidades, clases
políticas regionales, no es dato menor que en la Suprema Corte de Justicia de
la Nación (SCJN) exista, ya con cierta tradición, un peso de ministros
chiapanecos. Armando Valls y Margarita Luna Ramos, actuales miembros de la
Corte, poseen claros vínculos con la clase política de su estado. Vienen al
caso con lo de Patishtán. El desdén y la arrogancia de la SCJN, transmitidos
tal cual a los magistrados de Tuxtla Gutiérrez, les permitieron a ministros y
magistrados desaprovechar una oportunidad de proceder con decencia y
sensibilidad. Se puede atribuir al racismo, a cálculos políticos de coyuntura
en un momento vertiginoso del desmantelamiento de la soberanía a nombre de los
negocios de los verdaderos socios, o a detalles microscópicos y retóricos de
técnica jurídica (que tan bien funcionaron para la campaña humanitaria del CIDE
para liberar a los paramilitares de Acteal y cerrar un círculo de criminalidad
de Estado con impunidad redonda).
Sin embargo, el caso de Patishtán implica un misterio
particular, tal vez tan importante y delicado que vuelve impensable la
liberación. Quienes lo encarcelaron en 2000 creyeron que no valía nada, que era
desechable. Él solo purga sentencia por un crimen grave que necesariamente fue
cometido por numerosas personas: una emboscada profesional contra policías en
un territorio abrumadoramente militarizado.
Salvo para la tremenda corte, está probado que Patishtán no
participó ni tuvo nada que ver. Pero como nadie más va a pagar por esas muertes
emblemáticas (siete policías), el sistema cree que aguantará la presión social.
Gobernaba Chiapas el priísta y genocida, como su jefe Zedillo, Roberto Albores
Guillén, aún hoy parte activa de los poderes que controlan el gobierno estatal.
En 2000 presidía el tribunal supremo de la entidad Noé Castañón León, quien
hasta hace poco fue secretario de Gobierno (y en una época posterior de “exilio
político”, por presunta corrupción, ¡ministro de la SCJN!). Estos políticos y
sus cachorros son parte del Estado realmente existente en la entidad. ¿No
habría que empezar la investigación en sus establos?
¿Qué ocultan? ¿Qué cloaca protegen estos actores? La ex
primera dama Margarita Zavala de Calderón, “como abogada”, mostró interés se
supone que genuino por su liberación, pero nunca hizo nada. Se dice que la paró
Genaro García Luna, el jefe policiaco a las órdenes de su marido. Y qué
órdenes. El gobernador actual y su antecesor se han pronunciado por la libertad
de Patishtán. De lengua se pueden comer un plato, al fin que de ellos no
depende. Y en la tabulación policiaca, siete agentes emboscados no se cubren
con indulto presidencial.
La trama la tienen amarrada. En lo que se llevan los reclamos
a la justicia internacional, lenta como todas, el gobierno de Enrique Peña
Nieto, su dócil congreso y sus partidos satélites de chuchos y maderos,
aserrín, aserrán, apresuran los candados para protegerse y atenuar el impacto
de regulaciones y decisiones internacionales en materia de derechos humanos y
procedimientos penales. De justicia. Para indios.
Hasta no demostrar lo contrario, detrás del encarcelamiento
de Patishtán podría haber un crimen de Estado.
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