Un país sin ciencia no puede ser influyente: Miguel Ángel Alario
El químico fue galardonado con el Premio México de Ciencia y Tecnología 2009
“El conocimiento y la investigación brindan a las naciones la autosuficiencia para sumar valor añadido en diferentes rubros que coadyuven en su desarrollo social, cultural y económico”
Lunes 24 de enero de 2011, p. 38
Un país que apuesta por la ciencia es capaz de obtener ganancias económicas hasta de un kilo de arena. El desarrollo del conocimiento y la investigación brindan a las naciones la autosuficiencia para sumar valor añadido en diferentes rubros que coayuven en su desarrollo social, cultural y económico.
Así lo expresa el científico español Miguel Ángel Alario y Franco, catedrático de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid, para quien la educación y la ciencia deben ser una política de Estado independientemente de partidos, personalidades e ideologías que gobiernen. Un país sin ciencia es un país sin influencia, sintetiza.
El pasado 14 de enero, Alario y Franco recibió el Premio México de Ciencia y Tecnología 2009, que le otorgó el gobierno mexicano por sus aportaciones mundiales en la química.
Basado en un ejemplo relacionado con esa disciplina argumenta su premisa: “Todas las naciones del mundo son ricas en silicio, no hay alguna que no lo tenga porque este elemento se encuentra en la tierra que pisamos. Si usted va al campo y coge un kilo de arena, ésta no cuesta nada. Sin embargo, si la procesa para obtener silicio puro y cristalino –necesario para el funcionamiento de transistores y circuitos– un kilo de ese material puede costar hasta 50 mil dólares. Eso es valor añadido”.
En entrevista con La Jornada sostiene que es increíble que México exporte petróleo e importe gasolina: Su país tendría que estar exportando ese combustible, señala. En la contraparte ubica a Brasil como el ejemplo a seguir en Iberoamérica en el impulso de la investigación científica y tecnológica.
Actual presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, Alario y Franco es uno de los pioneros a escala mundial en el estudio de la química del estado sólido y desarrollo de nuevos materiales superconductores sintetizados bajo condiciones de altas temperaturas y presiones.
Su trabajo ha sido ampliamente reconocido, entre otros recibió en 1984 el Premio de la Real Academia de Ciencias de su país natal y en 1996 la Medalla de Honor de la Real Sociedad Española de Química.
El investigador considera que en nuestras sociedades un científico debería ser igualmente reconocido que un cantante de pop o un jugador de futbol. E inclusive va más allá al aseverar que los científicos sociales deberían saber que Antoine Lavoisier es el padre de la química moderna, así como los científicos duros saben que Miguel de Cervantes es autor de El Quijote.
–¿Por qué los científicos insisten tanto en la inversión económica en ciencia?
–Es fundamental. Debe ser una política de Estado. No se trata de un proyecto de un partido político, de la izquierda o de la derecha. Cuando un gobernante la impulsa, y posteriormente termina su periodo, quien lo releve debe continuarlo porque sin ciencia no hay desarrollo.
Los países avanzados, los que forman la primera docena, tienen un enorme desarrollo científico que utilizan posteriormente. Algunos creen que hay dos tipos de ciencia: pura y aplicada. Yo no las definiría como ciencia aplicada y aún no aplicada porque se acabará aplicando. Cualquier descubrimiento científico a la larga sirve, aunque no nos demos cuenta de momento. El desarrollo de un país se cuantifica por el valor añadido que genere a partir del conocimiento.
–¿Percibe interés entre los gobernantes para apoyar esos rubros?
–Japón, Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur, Singapur, Finlandia hacen investigación, la aplican y obtienen valor añadido. Su política es de apoyo total.
“Pero cuando hablo de una estrategia de Estado me refiero a dos sectores: el público y el empresarial. El primero se compone por universidades y centros de investigación y el apoyo que deben recibir del gobierno. Aunque éste no puede cubrirlo todo, también invierte en carreteras o programas sociales.
Entonces hay que puntualizar en el sector privado porque con la ciencia se benefician las empresas. Un paso fundamental para que un país sea avanzado es que los empresarios realicen inversiones reales en la materia y que éstas no sean un disfraz para evadir impuestos.
–¿Qué labor tiene que jugar el Estado para motivar a los empresarios a invertir en ciencia?
–En principio enseñarla en educación básica. Que desde temprana edad se tenga claridad de su relevancia para el desarrollo de la nación.
También se debe contar con un importante sistema público de investigación y favorecer a las empresas que producen conocimiento y contratan científicos. Pero se requiere seriedad: si es una compañía que fabrica tornillos, sus investigaciones deben dirigirse a resolver problemas relacionados con este producto, no se trata de que pongan a los científicos a hacer matemáticas.
Iberoamérica debe seguir los pasos de Brasil
Alario y Franco expone que es complicado que las pequeñas y medianas empresas cuenten con solvencia para instalar centros de investigación. Por ello propone que varias trabajen de manera coordinada para lograr financiar investigaciones científicas que las ayuden a resolver problemáticas ligadas con su producción.
–¿Cuáles son las naciones emergentes que destacan a escala internacional en su desarrollo científico?
–India es impresionante y, por supuesto, China. En 10 años saldremos a la calle y prácticamente todos los desarrollos y tecnología serán chinos. En Iberoamérica, Brasil es la cabeza: ha logrado rápido un desarrollo enorme, está apostando por la investigación y le falta mucho por recorrer. Ése es el camino que debemos seguir en la región.
–¿Cuál es la diferencia entre Brasil y el resto de la región?
–Sus gobernantes. Los dos presidentes pasados, Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inacio Lula Da Silva, creyeron e invirtieron en ciencia, desarrollo y en el reparto de la riqueza. Esta última no puede estar sólo en manos de cuatro, aunque existan cuatro personas ricas no pueden tener tanto y que el resto de la población no tenga nada. Esa distribución social y económica es importante para el desarrollo de las naciones.
–¿Cuánto debe destinar un país a ciencia y tecnología?
–La cifra varía de una nación a otra. Pero al menos 2 por ciento del PIB, dividido en partes iguales entre gobierno y empresarios. En México está muy por debajo, apenas alcanza 0.5 por ciento de ese indicador; en España estamos en 1.2 y nos quejamos; Japón alcanza 3 por ciento.
–¿Cuál es la percepción desde Europa de la ciencia mexicana?
–Que hay grupos de investigación muy buenos, pero insuficientes. Algunos incluso con niveles similares a los científicos europeos o estadunidenses.
–En 2011 se celebra el Año Internacional de la Química. ¿Qué relevancia tiene este hecho para el impulso de la disciplina tantas veces estigmatizada?
–La relevancia la veremos al final de año. Es importante esa idea de la UNESCO. Ha habido años internacionales de física, matemáticas o astronomía. Está bien que la sociedad vea que un año se dedica a una disciplina, pero desde mi perspectiva creo que sería mejor que todos los años se dedicara un poquito a cada materia.
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