¡Si vienen, nos los chingamos!
Autor: Érika Ramírez Sección:
Portada / 1 ENERO 2012
Un paramilitar, integrante de la organización priísta
Ubisort, revela los detalles a las autoridades judiciales de la emboscada que
se llevó a cabo en San Juan Copala, región triqui de Oaxaca, en la que murieron
los defensores de derechos humanos Alberta Cariño Trujillo, directora del
Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos, y Jiry Jaakkola, de origen
finlandés. La compra de armas de alto poder se financia con recursos públicos
“¡Si vienen, nos los
chingamos! Nadie llamó a esa gente”, fue la sentencia final del entonces
“comandante” de la Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui
(Ubisort), Antonio Cruz García, apodado Toño Pájaro –ahora al frente del grupo
armado que desde septiembre de 2010 ocupa San Juan Copala, Oaxaca–, respaldado
por el entonces líder político de la organización, Rufino Juárez Hernández.
A esa conclusión
llegaron los líderes de la Ubisort la noche del 26 de abril de 2010. Habían
pasado tres días discutiendo cuál sería la estrategia que tomarían ante la
llegada de una caravana de paz que pretendía entrar al centro ceremonial de San
Juan Copala, para brindar ayuda humanitaria a la población asediada por los
grupos paramilitares desde el 13 de septiembre de 2009.
La maniobra consistía
en colocar piedras a la salida de la comunidad de La Sabana e impedir el
acercamiento con la gente que permanecía en San Juan Copala y con los
integrantes del Municipio Autónomo, impulsado por el Movimiento de Unificación
y Lucha Triqui Independiente (MULTI) y exintegrantes de la Ubisort.
Así lo revela uno de
los integrantes del grupo de pistoleros que acabaron con la vida de la
directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus), Alberta
Cariño Trujillo, y del observador de derechos humanos de origen finlandés Jiry
Jaakkola, el 27 de abril de 2010.
En una hora y media
de grabación en video –integrado en el expediente abierto para llevar las
investigaciones del caso, y al que tuvo acceso Contralínea–, el hombre relata
cómo se llevó a cabo la emboscada en la que, además de dos muertes, dejara como
saldo más de una decena de heridos y la desaparición por más de 60 horas de los
activistas de Voces Oaxaqueñas Construyendo Autonomía y Libertad, David Venegas
y Noé Bautista, y los reporteros de Contralínea, Érika Ramírez y David Cilia.
Comienza la
filmación, dos hombres alegan en triqui. El pistolero sólo escucha, se encoje
de hombros. Viste playera oscura, chamarra de mezclilla y luce bigote escaso.
Está dispuesto a declarar todo lo que sabe, a cambio de protección, pero únicamente
en su idioma. Los traductores justifican: él sólo entiende el español, a un 80
por ciento; no lo habla, aseguran.
La organización
Todo fue planeado por los hermanos Rufino y Anastacio Juárez
Hernández, y por Antonio Cruz García, Cirino López Ramírez, Julio César
Martínez Morales, Mauro Vázquez y Daniel Martínez López, enlista el hombre que
se atreve a hablar frente a cámaras a poco más de un año de la emboscada.
En lengua triqui, y
apoyado por uno de los intérpretes, el francotirador titubea. Se mira nervioso;
afirma que no habla español ni conoce los detalles de las reuniones. Sin
embargo, acepta haber estado en la repartición de armas. Afirma que a él no le
“tocó” de alto poder. Asegura que le fue entregado, de manos de Rufino Juárez,
un rifle calibre 22.
La entrega de armas
se llevó a cabo en un paraje a la salida de la comunidad La Sabana, donde un
grupo había colocado rocas desde la noche del 26 de abril de 2010. Ahí mismo
serían citados para presentarse al día siguiente a las siete de la mañana.
—¿Quiénes pusieron
las piedras?
—Casi todos. La idea
de algunas personas que iban ahí era bloquear, no permitir que bajara la
caravana. Cuando empezaron a disparar,
yo regresé a La Sabana [la comunidad bastión de la Ubisort]. Después de los
disparos llegó una ambulancia de la Secretaría de Salud, que venía de Copala.
Ya había pasado un buen rato. Había muchos heridos, se veía sangre en sus
ropas.
—¿Quién les dio la
orden de que fueran a bloquear?
—Antonio Cruz [Toño
Pájaro].
Preparativos de los
observadores
A la misma hora que
los paramilitares se alistaban para emboscar a la caravana de la paz, fueron
convocados miembros de la sociedad civil, defensores de derechos humanos y
maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE) en el Parque de la Libertad de Expresión, en Huajapan de León.
También fueron citados observadores internacionales para respaldar a los
integrantes de la caravana por la paz que tenían como destino la comunidad
autónoma de San Juan Copala. Periodistas de varios medios de comunicación,
entre ellos Contralínea y Noticias de Oaxaca, acudieron a reportar el hecho
noticioso.
Los paramilitares
fueron puntuales. Asistieron a la cita camuflados con ropa de tipo militar y
negra, gorras y paliacates. Portaban fusiles de asalto AK-47, conocidos como cuernos de chivo,
AR-15 y rifles. Esperaban apostados en la cima del cerro; subían y bajaban de
éste. Toño Pájaro y Rufino Juárez los comandaban. De acuerdo con el testimonio,
se organizaron en dos grupos, de 10 y 15 personas cada uno. Estaban alertas.
La caravana
En tanto, a 200
kilómetros, en el Parque de la Libertad de Expresión de la ciudad de Huajuapan
de León arribaban los activistas, maestros y representantes de medios de
comunicación. La directora de Cactus, Alberta Cariño Trujillo, se ocupaba de
reunir a la gente y organizar la pinta de una manta que anunciara con letras en
negro y rojo “Prensa y Comisión de Observación”. Iba acompañada por su esposo,
Omar Esparza Zárate, miembro de la Alianza Mexicana por la Autodeterminación de
los Pueblos Indígenas, una de las organizaciones convocantes de la caravana.
Ambos proporcionaban información a los medios de comunicación del acto que se
pretendía llevar a cabo horas más tarde.
Ahí también se
encontraba Jiry Jaakkola, observador de derechos humanos de origen finlandés,
quien buscaba una señal de internet para enviar el que sería su último correo
electrónico. Platicaba con una de sus compañeras alemanas; ambos sonreían.
En el ambiente se
respiraba incertidumbre. Horas previas se había dado a conocer un comunicado de
Rufino Juárez, en el que anunciaba que no se permitiría la entrada del
contingente de paz a la zona y que la Ubisort no se haría responsable de lo que
ahí sucediera.
Llegó la hora de
partir. Había ánimo entre los participantes; llevaban ropa y víveres para los
habitantes de San Juan Copala que no habían podido salir de su pueblo desde
hacía varios meses ante el temor de ser asesinados por los paramilitares,
supuestamente de la Ubisort, grupo de filiación priísta.
El secuestro
El contingente de paz
partió después de las 10 de la mañana. Estaba integrado por una camioneta
blanca con 16 personas a bordo; un sedán azul Dodge Attitude, con placas de
Quintana Roo –en el que viajaban los dos reporteros de Contralínea–; una
camioneta negra tipo Explorer, Ford, y una camioneta blanca que transportaba
profesores de la Sección 22 del SNTE.
Alrededor de las
13:30 horas la caravana dejó el último pueblo mestizo antes de entrar a la
región mixteca: Juxtlahuaca.
En el camino, a la
altura de la comunidad de Agua Fría, la primera de la región triqui, se
repartieron radiotransmisores para comunicarse en caso de que algo sucediera.
Se había acordado no intentar cruzar la zona si se preveía algún movimiento
extraño o algún tipo de retén.
“Si ven piedras en el
camino, se regresan”, fue la orden a todos los activistas de la caravana de
parte de la vanguardia. Algunos periodistas desistieron de seguir y otros
decidieron continuar en la labor informativa, entre éstos los reporteros de
Contralínea y Noticias de Oaxaca. Varias personas se quedaron en aquella
comunidad. Decían que, para no poner en riesgo a los observadores de paz ni a
la prensa, se quedarían en ese lugar, pues ya habían sido amenazados de muerte,
entre ellos Omar Esparza y el profesor Macario Merino.
La emboscada
En el minuto 30 del
testimonio que ofrece el pistolero a las autoridades de Oaxaca, se narra el
momento de la emboscada desde las filas de los paramilitares. Se confiesa.
Comienza a hablar en español fluido; y empieza a describir nuevamente el
escenario.
Relata que mientras
la caravana hacía su recorrido, en la comunidad de La Sabana –bastión de la
Ubisort y desde la cual se mantuvo un retén paramilitar– se registraron los
primeros actos de violencia. Pasaban las nueve de la mañana. Dos mujeres que
habían salido de San Juan Copala caminaban por el monte; una de ellas,
embarazada. Se toparon con el grupo paramilitar. Las detuvieron y amenazaron.
El indígena triqui que declara ante el video afirma haberse enfrentado a Toño
Pájaro, quien con su cuerno de chivo apuntaba a una de ellas. Buscaba que les
perdonara la vida. Las indígenas lloraban. Sólo habían salido en busca de
alimento.
“Yo no permitía que
le hablaran fuerte a la señora, porque hasta lloraba, y como la hija iba
embarazada… Qué tal que se pierde su hijo”, les dijo. Las detuvieron hasta la
hora del ataque, aproximadamente a las 14:30 horas. “Como la señora ya llevaba
mucho tiempo ahí, yo les dije que les iba a traer agua y algo de comer porque
qué tal si se perdía su hijo. Ése va a ser un problema para ustedes porque son
autoridades. Ahí fue cuando se enojaron conmigo”, asegura.
“Si la quieres,
llévatela o trae algo de comer”, ordenó, molesto, Toño Pájaro. En ese momento
se escucharon los motores de los carros que integraban la caravana. La
camioneta blanca llegaba al paraje. Entonces Toño Pájaro exclamó: “¡Vamos a
disparar, porque nadie llamó a esa gente!”. Rufino Juárez estaba en otro de los
grupos que se habían formado junto con su hermano, Anastacio Juárez. El primero
había estado en la reunión donde se ordenó el bloqueo; luego salió del pueblo y
se presentó hasta la mañana siguiente.
En La Sabana, olía a
muerte. Una nube de humo blanco se dispersaba por el poblado. Se llenaba el
ambiente de olores fétidos, parecía que quemaban el cuerpo de algún animal.
Poco antes de las 14:30 horas, los niños permanecían en la escuela; las mujeres
cargaban víveres rumbo a sus casas; mientras que los hombres caminaban en las
veredas del monte.
Cuando la camioneta
se paró al topar con las piedras, Toño Pájaro comenzó a disparar. Le siguieron
sus “soldados”. Bajaron hasta donde estaban los carros que intentaron dar
marcha atrás sin conseguirlo. El ataque fue a matar. No dejaban de tirarles a
las personas, que en pocos segundos salieron despavoridas de los vehículos.
Según el paramilitar
que participó en el ataque, Toño Pájaro, Anastacio Juárez y Cirino López
Ramírez continuaron el tiroteo; se fueron contra la camioneta blanca donde
caían muertos Alberta Cariño Trujillo y Jiry Jaakkola. El resto del equipo
paramilitar apuntaba a los demás integrantes que conformaban el contingente,
quienes huían resbalaban por el cerro.
El saqueo
Rastros de sangre
quedaron por todas partes, la tierra se llenaba de casquillos. Los vehículos
quedaron perforados en puertas, toldos y cristales. Las balas entraron por
todos lados.
Pasaron unos 20
minutos de ráfagas ininterrumpidas. Los activistas, maestros y periodistas
salieron de los vehículos como pudieron. La mayoría corrió hacia La Sabana,
donde fueron auxiliados por gente del pueblo.
Una ambulancia de la
Secretaría de Salud del estado llegó a la zona para atender a los más de 20
heridos. Los dos reporteros de Contralínea y los activistas de Vocal se fueron
río abajo, donde permanecieron ocultos por más de 60 horas.
El triqui que habla
ante la cámara de video presenció todo desde la cima del cerro. Relata cómo
Toño Pájaro iba atrás de uno de los integrantes de la caravana que intentaba
huir. Lo tumbó, lo revisó y lo amenazó con su cuerno de chivo. Luego lo dejó
ir.
La camioneta blanca
tipo Van, el Dodge Attitude y la camioneta Explorer, Ford, quedaron
rafagueados, con huellas de sangre y con los objetos que portaban sus
ocupantes. El grupo paramilitar se acercó a los vehículos. Saquearon todo lo
que había ahí dentro: equipo fotográfico, celulares, computadoras, cámaras de
video. Horas más tarde, se reunieron con el botín a las afueras de una casa en
La Sabana, lo repartieron entre los líderes y comenzaron a beber.
“Había miedo entre la
población de que llegara la policía. Anastacio y Rufino Juárez saldrían esa
misma noche rumbo al Distrito Federal. Con ello, no habría culpa de su
participación en el ataque”, afirma el testigo.
Estructura militar
Integrante de la
Ubisort desde hace ocho años, el pistolero asegura que su participación ha sido
inconsistente, pues ha tenido que salir en busca de empleo a la capital del
país, a Hermosillo y a Estados Unidos. Sin embargo, confiesa que la Ubisort
tiene una organización tipo militar. Sus principales líderes en ese momento
eran: Rufino Juárez y Antonio Pájaro, este último se erige actualmente como
“comandante” en la comunidad de San Juan Copala. Ahora Rufino Juárez se
encuentra preso, y Pájaro, fuera de las filas de la Ubisort, dirige el grupo
armado en alianza con el Movimiento de
Unificación y Lucha Triqui, según las denuncias de los desplazados del
municipio autónomo de San Juan Copala.
Los recursos con los
que se financia la compra de armas de alto poder y el traslado a distintas
partes del estado son tomados de las partidas 28 y 33 del Presupuesto de
Egresos de la Federación, destinadas supuestamente a incrementar el nivel de
vida de la población, detalla el testigo.
El pistolero explica
que durante las reuniones que llevaban a cabo con sus “soldados”, los hombres
que encabezan la organización paramilitar de la zona triqui aseguran que por
ningún motivo van a permitir la entrada de otros grupos. Por ello,
constantemente asedian a los habitantes de la región. Cada uno de ellos es
custodiado por 10 o 15 personas, todas armadas.
Como integrante del
grupo, el hombre señala que era su obligación estar en el ataque. Tenía que
“solidarizarse”. La Ubisort le dio refugio en La Sabana luego de que comenzaron
los desacuerdos por la búsqueda de autonomía en San Juan Copala, movimiento
encabezado por el MULTI y al que se incorporaron bases de la Ubisort. “Todos
los del pueblo obedecen las órdenes de Rufino, pues si no, amenazan con multar.
Así lo hicieron el 27 de abril [de 2010]”.
Apresura a su
entrevistador, menciona que ya le queda poco tiempo para seguir hablando. Debe
de que regresar pronto a su casa, antes de que llegue la fiesta del pueblo y se
den cuenta de su ausencia. El miedo también lo aprisiona a él. Sus movimientos
son nerviosos y oculta lo más que puede su mirada a la cámara que lo filma.
Y es que en su
territorio nadie tiene asegurada la integridad física ni la vida. Él mismo sabe
que de ser descubierto en su declaración sería asesinado de inmediato. Lo hace,
en búsqueda de protección y resguardo.
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