sábado, 15 de septiembre de 2012

Jaime Avilés: Miseria moral de Marcelo Ebrard


Jaime Avilés: Miseria moral de Marcelo Ebrard


Fuente: Fuentes Fidedignas
DESFILADERITO  
@Desfiladero132
Jaime Avilés
Miseria moral de Marcelo Ebrard
Cada día que pasa –y sólo han pasado cinco– se comprueba qué oportuna fue la decisión anunciada el domingo por Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, que lo puso al margen del Partido de la Restauración Dinosáurica (PRD), pues los dirigentes de ese aquelarre aprovecharon la oportunidad de inmediato para echarse a los pies del Partido de la Rapiña Infinita (PRI) y en los brazos del Partido Aniquilación Nacional (PAN).
En otras palabras, desde el domingo, los tres grandes partidos de la derecha mexicana (PRI-PAN-PRD) consolidaron un bloque inmenso, que cuenta con dos apéndices: el Partido del Verbo Exterminador Mortuorio (PVEM) y el Predador Analfabeta (Panal), así como con dos eventuales aliados, el Partido de los Trebejos (PT) y el Monumento al CiudaDanteDelgado (MC).
Manuel Camacho Solís, su pupilo favorito, Marcelo Ebrard, y otros salinistas de closet impusieron la moda de llamar al PRD-PT-MC “las izquierdas”, aunque éstas hicieron lo posible y también lo imposible por boicotear el proyecto de centro-izquierda de López Obrador, para que se mantuviera en el poder el aparato de devastación de la extrema derecha que sufrimos desde 1982.
Mientras los levantacejas al servicio del régimen de facto criticaban a Andrés Manuel por “dividir a las izquierdas”, y Jesús Zambrano preparaba el acercamiento del PRD al PAN para establecer candidaturas conjuntas en todas las elecciones del año próximo, Ebrard llamó a crear un “frente de izquierda” para impedir el efectivo alejamiento de López Obrador y seguir medrando a costa de él, esto es, cachando los millones de votos y los millones de pesos que genera, en cada contienda donde hay urnas, el superestrella de la política mexicana.
La realidad objetiva y desapasionadamente nos dice que en México la izquierda ha quedado otra vez fuera del Congreso de la Unión. Se cierra así el ciclo inaugurado por la reforma política de Reyes Heroles en 1979 , que permitió el acceso del Partido Comunista Mexicano a la Cámara de Diputados, la candidatura presidencial de Arnoldo Martínez Verdugo por el Partido Socialista Unificado de México en 1982 y la alianza de los nacionalistas revolucionarios del PRI con el Partido Mexicano de los Trabajadores y el Partido Mexicano Socialista en 1988, que derrotó a Salinas de Gortari pero no pudo conjurar el fraude ni evitar la imposición del espurio que desde entonces, por medio de prestanombres, nos gobierna.
Hoy, la única fuerza verdaderamente de izquierda, se ha desprendido del ámbito institucional con la pretensión de reinsertarse en él bajo la forma y el nombre de un nuevo partido político: Morena (Movimiento Regeneración Nacional) cada vez más cercano a las ideas anarquistas de Ricardo Flores Magón, que dieron base teórica de la revolución de 1910.
Fuera de Morena, en buena hora, quedan Camacho, Ebrard, los chuchos, Amalia García, Graco Ramírez, Elena Zepeda, René Bejarano, Dolores Padierna y miles de operadores de las tribus que, al igual que el PRI, reparten despensas, materiales de construcción, dinero y otros “estímulos” entre los hambrientos para obtener su voto y conservar los privilegios derivados de la corrupción y la impunidad.
Con su sonrisa bretona de socialdemócrata de derecha, que amplió el catálogo de los derechos sociales en la ciudad de México, sí, pero frustró el desarrollo de prácticas de cogobierno como el presupuesto participativo –introducido en Iztapalapa por Clara Brugada y adoptado por el GDF, para desvirtuarlo y despojarlo de toda relevancia–, Ebrard gobernó la ciudad con absoluta falta de respeto a sus habitantes.
Regocijándose en la aplicación sorpresiva del “factor sorpresa” –el cierre de avenidas y calles a cualquier hora y sin previo aviso–, en la destrucción de enormes extensiones de pavimento –que nos hicieron creer que vivíamos en una ciudad bombardeada– y en la complicidad con delegados y ladrones de cuello blanco que nos saquearon a placer, Marcelo Ebrard, el “moderno”, no dudó en desalojar a garrotazos a sus propios electores, para convertir sus barrios y colonias en soportes de la Supervía, por la cual todas las personas que la usen para llegar a tiempo a su trabajo deberán pagar una cuota diaria y con ella verán disminuidos sus ingresos.
Desprovisto de carisma, con una inclinación sádica hacia el uso de la fuerza pública en términos brutales –especialmente contra los jóvenes de las zonas más pobres–, sin táctica ni estrategia para enfrentar la prostitución y el narcomenudeo –su jefe de policía se dedicó a destruir las organizaciones de autodefensa de las sexoservidoras y al desmantelarlas facilitó la disputa de nuevos cárteles por determinados barrios en los que se han registrado ya episodios horrorosos como los que se viven alrededor de la capital–, Ebrard será recordado especialmente por la traición que cometió en contra de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, al imponer como rectora o raptora a una charlatana corrupta, histérica y megalómana, amén de incapaz, como María Esther Orozco (MEO), causante de la gravísima crisis que vive la institución.
La miseria moral de Marcelo Ebrard se agigantó cuando hace un par de días, tras el empleo de una pandilla de taxistas piratas que dispararon al aire donde se encontraban los estudiantes huelguistas del plantel Cuautepec, declaró que “la rectora debe seguir al frente de la universidad”. ¿Qué espera el gran simulador de “las izquierdas? ¿Un joven, un maestro muerto a tiros? A Orozco la blindó con inmunidad injustificable, y todos los abusos que cometió –retención de cuotas sindicales, despidos selectivos de opositores, fomento de la xenofobia y la discriminación, por mencionar sólo algunos– jamás fueron investigados por la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, cuyo ex titular, Miguel Angel Mancera tiene ahora el imperativo de desactivar el peligro que representa doña MEO.
Al darle su enésimo espaldarazo a la señora, Ebrard se colocó a la altura de Vazurita, el del IFE, y Uña Ramos y los macacos de Maca Alanís en el Trife, es decir, a la altura de quienes desprecian los más elementales valores de la convivencia humana: la justicia, la solidaridad y el respeto a las leyes vigentes. Y como no puedo ocultar la repugnancia que me provoca el futuro presidente de la Comisión de Ciudades Seguras de la ONU, hoy también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero132, por si ocupan.
Jaime Avilés

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