MAQUILLAJE DE LA HISTORIA
PARA JUSTIFICAR POLÍTICAS
GENOCIDAS.
A este personaje ,
lo hemos dicho , además de
ser archisabido, Porfirio
Díaz, de pésima y amarga memoria para todos los
mexicanos, de una manera
especial, en los
días actuales de
estos años que
van del presente sexenio
de Enrique Peña Nieto, aquí,
en México, bajo la sombra
de su fallecimiento , se le
está presentando como un
oaxaqueño excepcionalmente ilustre ,
digno de grata memoria, y, nada
menos que de rendirle pleitesía
como si se tratara
de un héroe.
En el ambiente ominoso, de terror
y de zozobra por que atraviesa México, creado
de manera calculada, deliberada y precisa
por Enrique Peña Nieto , es claro que
traer a la memoria de los mexicanos de una manera escandalosa a dicho personaje, portentosamente negativo por razones de
la Historia, constituye
una afrenta y todo un
programa de terrorismo de
Estado en contra de los
mexicanos. Esta persona, Enrique Peña Nieto, por el alto
cargo que ocupa, es el principal
responsable de los terribles
crímenes que cometidos a mansalva han ocurrido
y siguen perpetrándose en contra
de México –San Salvador Atenco, Tlatlaya, Ayotzinapa,
Apatzingán, sus monstruosas acciones
de entrega a los empresarios del
extranjero y de México del patrimonio y de las
grande riquezas correspondientes a la
Nación, su evidente
complacencia por privilegiar a
las oligarquías de
México, España, la OTAN, Israel y Estados Unidos,
sus graves acciones, latrocinios y de corrupción realizadas cuando fue
gobernador del Estado de México, y luego en el cargo de Presidente que actualmente usurpa, al cual
no fue elevado bajo
procedimientos legítimos, sino plagados
de gravísimas aberraciones jurídicas, que los hace
carentes de validez− . Es claro que un personaje así delineado necesita legitimarse trayendo
a la memoria pública a alguien
de su misma condición
como el sanguinolento monstruo de Miahuatlán. Ese mágico programa maquillado de actos
culturales o académicos, que ha emprendido Enrique Peña Nieto para “lavar” la
negra historia de Porfirio Díaz, sólo tiene por objeto distraer, engañar,
aterrorizar al pueblo de México, cínicamente convencernos de que mientras él,
Enrique Peña Nieto, ocupe la Silla Presidencial, seguirá aplicando contra
México las mismas políticas genocidas que se ha dedicado a implementar, como
ocurre actualmente con sus medidas ejecutivas sobre la educación, y que no son
más que un genocidio bien estudiado planificado en contra de todo el Estado de
Oaxaca, su población con inmensa mayoría
de indios y sus heróicos maestros de educación elemental y media, entre ellos
los maestros de la sección 22 y
demás maestros patriotas de México.
Acerca de la naturaleza criminal y genocida del elemento
castrense de que se trata, lo pone en claro la investigación valiente y
profesional de John Kenneth Turner, en su relato México Bárbaro. Esta obra
significa un brillante ejemplo de investigación profesional en el terreno de
los hechos para las nuevas y actuales generaciones dedicadas al periodismo y en
general al trabajo de las comunicaciones.
Es obvio que el programa de homenajes al émulo de Calígula,
de Nerón, de Agustín de Iturbide, de Antonio López de Santa Anna, Miguel
Miramón, etc., en Oaxaca lo promueven con la mano cubierta políticos
simpatizantes de Porfirio Díaz como Ulises Ruíz Ortíz, Gabino Cué, Eduardo Martínez Helmes, Rector de la
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Constancio Carrasco Daza, quien
busca otro hueso, pues su salida de la burocracia electoral Federal ya
no tarda; Luis María Aguilar Morales
sedicente Presidente del órgano policíaco− castrense Consejo de la Judicatura-Suprema Corte, ente simbiótico anómalo y anticonstitucional de
origen, que se ha complacido violando
todo el sistema
normativo con la entrega de
contratos multimillonarios a la
entidad federal encargada
de las materias castrenses
Secretaría de la Defensa nacional
para que ésta le construya a
la burocracia judicial Federal en Oaxaca
los edificios que la albergarán,
pues él predica que se
trata de una simple
colaboración con el Poder
Castrense y otros poderes, etc.
Tal es la labor de
la rama ejecutiva Federal de
maquillaje de la historia
y lavado conveniente de imágenes
de tiranos, reto para la investigación
académica acerca de las facultades del alto funcionario de
desentrañar sus atribuciones jurídicas del caso.- Juristas oaxaqueños
Francisco Salvador Pérez y Giap Salvador Díaz. 30 junio de 2015, Oaxaca de
Juárez, Oaxaca, México. benitojuarezquetzalcoatl.blogspot.com.
http://benitojuarezquetzalcoatl.blogspot.mx/
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS (VALLE NACIONAL OAXACA)
REGENTEADOS POR EL MÍLITE PORFIRIO DÍAZ Y ENALTECIDOS POR VICENTE FOX QUEZADA.
Este Blog tiene el agrado de
presentar una porción, referente
a Valle Nacional, una zona
de la
Región Sureste de la República
mexicana ubicada hacia el
norte dentro del Estado de Oaxaca;
este lugar de
ambiente y clima tropical
fue convertido y
utilizado por la tiranía encabezada por quien durante más de treinta años
se ostentó como presidente de México;
este político cavernoso
usurpador de dicho alto cargo y claramente desleal al Patriota y gran
Presidente de México Benito Juárez, sólo pudo
mantenerse en el poder bajo el
disfraz y máscara que le proporcionó
el cargo de
presidente de México,
y el apoyo que durante todo
ese largo periodo le brindó el poderío del gobierno de los Estados Unidos con la colaboración de los de Europa.
Es necesario destacar la estereotipada
imagen militaroide del encumbrado burócrata bigotón,
que le sirvió
muy bien como elemento de
propaganda, representativa de fortaleza, energía, incluso rudeza y capacidad de decisión, con el objeto de
infundir terror como mensaje subliminal, todo ello para tener sometido
y avasallado mediante métodos
sin cuento al pueblo mexicano.
El texto que
aquí presentamos al dilecto
lector es una parte del
libro ‘MÉXICO BÁRBARO’ debido a la
pluma del escritor y valiente periodista norteamericano John Kenneth
Turner, quien preocupado por la
tremenda propaganda que los Estados
Unidos era costumbre difundir, en la cual se presentaba
al tirano como un modelo de
hombre cabal, a cargo de la presidencia de un país en donde además prevalecía el orden, la prosperidad y la democracia; y por este motivo aquel importante comunicador emprendió la labor de
realizar una investigación
en el terreno con el objeto de
constatar la versión de la propaganda que se difundía; y así pudo
constatar por sí mismo el
testimonio que nos presenta el libro, en el cual
nos narra, por demás de una
manera brillante y valiente, los métodos
utilizados por el tirano,
criminal, genocida y asesino que fungiera
en una de las etapas
más oscuras para la humanidad y para desgracia de los pueblos a quienes oprimió, como presidente de México. Así vemos que Valle Nacional, Oaxaca se
destaca como producto
de una política genocida de
corte vesánico; Valle Nacional
durante el régimen en cuestión
fue un inmenso campo de concentración al más puro estilo nazi, se trató
de un inmenso espacio en el Sureste de
México utilizado como centro masivo
de tortura, engaño, confusión, muerte y
asesinato de miles de componentes de la
población mexicana, principalmente de razas originales o nativas; gente
indefensa y provista de medios a cual más
sin poder resistir, porque se
trataba de personas con la grave
necesidad de subsistir, desprovista de medios y llevada al
gigantesco campo de concentración y la muerte, mediante
sofisticados procedimientos fría, cínica, perfecta y perversamente planificados
y calculados, mediante la presión moral, física
y el engaño. Uno de los instrumentos de que se valió el canalla usurpador para engañar a todos los pueblos del mundo y del mismo
México fue la costosísima propaganda que en su beneficio y para
presentarse como un gran estadista, como un santo, como lo pone en
claro John Kenneth Turner, fue la prensa escrita principalmente de México, de los Estados Unidos y los medios propagandísticos de Europa. Cuándo
no. Es necesario seguir difundiendo estos contenidos,
para prevenir a los pueblos de México y del mundo, ya que
en pleno siglo XXI nos
percatamos que esos pueblos y
naciones siguen sufriendo
y resistiendo el azote de criminales
genocidas como Porfirio Díaz; lo vemos
en este momento
en que el imperialismo del gobierno de los Estados Unidos
y de la OTAN en Europa porfían en la instrumentación y aplicación de
sus políticas BÁRBARAS de someter a la
depredación, a la destrucción, al saqueo, robo y despojo las inmensas
riquezas, bienes, intereses, territorios
y pueblos de los países de la tierra. En
el Estado de Oaxaca, a escasos kilómetros hacia el Sur de su ciudad capital,
el gobierno de México encabezado en su momento en sus esferas
federal y regional, por Vicente Fox Quezada y Ulises Ruiz Ortiz, tiranos asimismo de
ingrata memoria para México, con un
costosísimo enorme complejo
de edificios (Reyes
Mantecón) edificado en sus períodos
administrativos, para alojamiento de
diversas oficinas públicas, entre ellas lo que llaman
pomposamente TRIBUNAL SUPERIOR DE
JUSTICIA del Estado, que construyeron ¡vaya!, para conmemorar el
Bicentenario de la Revolución inicial, 1810,
de la Independencia de la Patria y la de 1910-1917, y así homenajear
nada menos que al mencionado asesino y genocida Porfirio Díaz, enemigo
acérrimo de la Justicia y de la Función Jurisdiccional, destacan a dicho tirano
como “SOLDADO DE LA PATRIA”.
Vaya incongruencia. Porfirio Díaz significa precisamente lo
contrario a la Independencia de México,
a la Revolución Mexicana y a la
Justicia. Él fue por sus atrocidades sin cuento causante de la Revolución
mexicana. Fue su antítesis. Cabe mencionar que el de Oaxaca se distingue por
ser uno de los Estados más pobres no
sólo de México sino del mundo y al
conocer el carácter retrógrada y arbitrario
de personajes siniestros como
Vicente Fox Quezada surge la inferencia de que la construcción de las enormes oficinas y el dedicarlas para rendir
pleitesía a uno de los tiranos
más destacados y cobardes de la Historia
constituye una grave afrenta
en contra de México y del mundo
debida a la frivolidad del político reaccionario en cuestión. Dicho individuo V.Fox Quezada se distinguió precisamente
por padecer un furor y una adicción en
hacer visitas al Papa, lo cual dio mucho que pensar que entre otras cosas lo hizo para
rogar al personaje vaticano mencionado y a san Pedro que fuese canonizado el carnicero Porfirio Díaz Para muestra del cinismo con que se
conducen los políticos mexicanos
en auge, por la época, año de 2006 y siguientes, en que se realizó el
complejo de edificios dedicados oficialmente a Porfirio Díaz, el pueblo del Estado de Oaxaca
prácticamente como Nación se
rebeló en contra del despotismo de los
políticos que manejan y manipulan a la Federación de México y de
manera abrumadora exigía que el
gobernador Ulises Ruiz Ortiz abandonara el poder; pero los
políticos vendepatrias Vicente Fox y Felipe Calderón en el poder, parapetaron
al tirano con miles de policías que invadieron a la ciudad
de Oaxaca, reprimieron y asesinaron a sus pueblos y mantuvieron
al siniestro personaje regional en el poder. Al
conocer la obra de
Porfirio Díaz a través
del texto de John Kenneth Turner,
el lector podrá juzgar
a cerca de la pleitesía que el gobierno de México rinde a sus tiranos, en la persona de uno de
los genocidas más bárbaros que registra
la historia mundial. 27 junio de 2014, Oaxaca de Juárez, Oaxaca México.
Juristas oaxaqueños Francisco Salvador Pérez y Giap Salvador Díaz.
benitojuarezquetzalcoatl.blogspot.com
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A continuación el mencionado texto, capítulo IV del libro
México Bárbaro, de su autor norteamericano John Kenneth Turner:
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/turner/4.html
Capítulo IV Los esclavos contratados de Valle Nacional
Valle Nacional es, sin duda, el peor centro de esclavitud en
todo México. Probablemente es el peor del mundo. Cuando visité Valle Nacional
esperaba encontrar algo que fuera más benigno que Yucatán, pero resultó ser más
lastimoso.
En Yucatán, los esclavos mayas mueren más rápidamente de lo
que nacen, y dos tercios de los esclavos yaquis mueren durante el primer año
después de su llegada a la región; pero en Valle Nacional todos los esclavos,
con excepción de muy pocos -acaso el cinco por ciento- rinden tributo a la
tierra en un lapso de siete u ocho meses.
Esta afirmación es casi increíble. Yo no la hubiera creído;
acaso ni después de haber visto la forma como los hacen trabajar, el modo de
azotarlos y de matarlos de hambre, si no hubiera sido por el hecho de que los
propios amos me dijeron que era verdad. Y hay quince mil de estos esclavos en
Valle Nacional ... ¡Quince mil nuevos cada año!
- Al sexto o séptimo mes empiezan a morirse como las moscas
durante la primera helada invernal y después no vale la pena conservarlos.
Resulta más barato dejados morir; hay muchos más en los lugares de donde éstos
vinieron.
Palabra por palabra, ésta es la afirmación que me hizo
Antonio Pla, gerente general de un tercio de las plantaciones de tabaco en
Valle Nacional.
- He vivido aquí más de cinco años, y todos los meses veo
centenares, a veces millares de hombres, mujeres y niños tomar el camino del
Valle; pero nunca los veo regresar. De cada centenar que emprende el camino, no
más de uno vuelve a ver esta ciudad -esto me dijo un agente ferroviario de la
línea de Veracruz al Pacífico.
- No hay supervivientes de Valle Nacional; no hay verdaderos
supervivientes -me contó un ingeniero del gobierno que está a cargo de algunas
mejoras en ciertos puertos-. De vez en cuando, sale alguno del Valle y va más
allá de El Hule. Con paso torpe y mendigando hace el pesado camino hasta
Córdoba; pero nunca vuelve a su punto de origen. Esas personas salen del Valle
como cadáveres vivientes, avanzan un corto trecho y caen.
La profesión de este hombre lo ha llevado muchas veces a
Valle Nacional y conoce más de esa región, probablemente, que cualquier otro
mexicano que no esté interesado directamente en el mercado de esclavos.
- Mueren, mueren todos. Los amos no los dejan ir hasta que
se están muriendo. Tal cosa declaraba uno de los policías de la población de
Valle Nacional, que está situada en el centro de la región.
Y en todas partes, una y otra vez, me dijeron lo mismo. Lo
decía Manuel Lagunas, presidente municipal de Valle Nacional, protector de los
patrones y él mismo propietario de esclavos; lo decía Miguel Vidal, secretario
del municipio; lo decían los mismos amos; los esclavos también lo decían. Y
después de haber visto lo que antes había oído, me convencí de que ésta era la
verdad.
Los esclavos de Valle Nacional no son indios, como lo son los
esclavos de Yucatán; son mestizos mexicanos. Algunos de ellos son hábiles
artesanos; otros, artistas, y la mayoría de ellos son trabajadores ordinarios.
En conjunto, aparte de sus andrajos, sus heridas, su miseria y su
desesperación, constituyen un grupo representativo del pueblo mexicano. No son
criminales. No hay más del diez por ciento a quien se haya acusado de algún
delito.
El resto son ciudadanos pacíficos y respetuosos de la ley.
Sin embargo, ninguno de ellos llegó al Valle por su propia voluntad, ni hay uno
solo que no esté dispuesto a dejarlo al instante si pudiera salir.
No hay que aceptar la idea de que la esclavitud mexicana
está confinada en Yucatán y en Valle Nacional. Condiciones similares rigen en
muchas partes de la tierra de Díaz, y especialmente en los Estados al sur de la
capital. Cito a Valle Nacional por ser notorio como región de esclavos y
porque, como ya se indicó, constituye el mejor ejemplo de la peor trata de
esclavos que conozco.
La causa de las extremosas condiciones de Valle Nacional es
principalmente geográfica. Valle Nacional es una honda cañada de tres a diez
kilómetros de anchura, enclavada entre montañas casi inaccesibles, en el más
extremo rincón al noroeste del Estado de Oaxaca. Su entrada está ocho
kilómetros aguas arriba del río Papaloapan, partiendo de El Hule, que es la
estación ferroviaria más próxima, y por este lugar pasa todo ser humano que va
o viene del Valle. No hay ninguna otra ruta practicable para entrar ni para
salir. Las magníficas montañas tropicales que lo rodean están cubiertas por una
impenetrable vegetación cuyo paso dificultan aún más los jaguares, pumas y
serpientes gigantescas. Además, no hay camino carretero a Valle Nacional,
solamente un río y un camino de herradura ...; un camino que lo lleva a uno por
la selva, después bordea precipicios donde el jinete tiene que desmontar y
andar a gatas, llevando al caballo de la brida; más tarde hay que atravesar la
honda y alborotada corriente del río. Se necesita ser un fuerte nadador para
cruzar este río cuando la corriente es crecida; pero, no obstante, quien vaya a
pie tiene que cruzarlo a nado más de una vez para salir de Valle Nacional.
Si se va a caballo es preciso cruzarlo cinco veces: cuatro
en canoa, haciendo nadar trabajosamente a los caballos, y otra vadeando por una
larga y dificil ruta en la que hay que evitar grandes rocas y hondos agujeros.
El Valle propiamente dicho es plano como una mesa, limpio de toda vegetación
inútil, y por él corre suavemente el río Papaloapan. El valle, el río, y las
montañas circundantes forman uno de los más bellos panoramas que he tenido la
suerte de contemplar.
Valle Nacional se halla a tres horas de viaje de Córdoba y a
dos de El Hule. Los viajeros perdidos llegan a veces hasta Tuxtepec, la ciudad
principal del distrito político; pero nadie va a Valle Nacional si no tiene
allí algún negocio. Es región tabaquera, la más conocida de México, y la producción
se obtiene en unas treinta grandes haciendas, casi todas propiedad de
españoles. Entre El Hule y la entrada al valle hay cuatro pueblos: Tuxtepec,
Chiltepec, Jacatepec y Valle Nacional, todos situados a orillas del río, y
todos ellos provistos de policías para cazar a los esclavos que se escapen;
pero ninguno de éstos puede salir del Valle sin pasar por los pueblos.
Tuxtepec, el más grande, cuenta con diez policías y once rurales. Además, todo
esclavo que se escapa supone un premio de diez pesos al ciudadano o policía que
lo detenga y lo devuelva a su propietario.
En esta forma se comprenderá hasta qué punto el aislamiento
geográfico de Valle Nacional contribuye para que sea algo peor que otros
distritos de México, en los que también explotan esclavos.
Además de todo esto, hay que añadir el completo
entendimiento que hay con el gobierno y la proximidad a un mercado de trabajo
casi inagotable.
La esclavitud en Valle Nacional, lo mismo que en Yucatán, no
es otra cosa sino peonaje o trabajo por deudas llevado al extremo, aunque en
apariencia toma un aspecto ligeramente distinto: el de trabajo por contrato.
El contrato de trabajo es, sin duda, el origen de las
condiciones imperantes en Valle Nacional. Los hacendados tienen necesidad de
trabajadores y acuden al expediente de gastar en importarlos, en la
inteligencia de que tales trabajadores deben permanecer en sus puestos durante
un plazo determinado. Algunos han intentado escapar a sus contratos y los
hacendados han usado la fuerza para obligarlos a quedarse. El dinero adelantado
y los costos del transporte se consideran como una deuda que el trabajador debe
pagar mediante trabajo. De aquí sólo se necesita un paso para organizar las
condiciones de trabajo de tal modo que el trabajador no pueda verse libre en ninguna
circunstancia. Con el tiempo, Valle Nacional ha llegado a ser sinónimo de
horror entre toda la población trabajadora de México; nadie desea ir allá por
ningún precio. Así los dueños de las haciendas se ven en la necesidad de decir
a los contratados que se les llevará a otra parte, lo cual ha sido el principio
de que se engañara por completo a los trabajadores, de que se formularan
contratos que no serían cumplidos, pero que auxiliarían a enredar totalmente a
quienes cayeran en el garlito. Por último, de esta situación sólo hubo un paso
para integrar una sociedad mercantil con el gobierno en la que la fuerza
policíaca fue puesta en manos de los hacendados para que los ayudara a llevar
adelante un comercio de esclavos.
Los hacendados no llaman esclavos a sus esclavos. Los llaman
trabajadores contratados. Yo sí los llamo esclavos, porque desde el momento en
que entran a Valle Nacional se convierten en propiedad privada del hacendado y
no existe ley ni gobierno que los proteja.
En primer lugar, el hacendado compra al esclavo por una suma
determinada. Lo hace trabajar a su voluntad, lo alimenta o le hace pasar hambre
a su antojo; lo tiene vigilado por guardias armados día y noche, lo azota, no
le da dinero, lo mata y el trabajador no tiene ningún recurso al cual acudir.
Llámese esto como se quiera, yo lo llamo esclavitud, porque no conozco otra
palabra que se adapte mejor a tales condiciones.
He dicho que ningún trabajador enviado a Valle Nacional para
convertirlo en esclavo hace el viaje por su propia voluntad. Hay dos maneras de
llevarlo hasta allí: bien por conducto de un jefe político o de un agente de
empleos, que trabaja en unión de aquél o de otros funcionarios del gobierno.
El jefe político es un funcionario público que rige un
distrito político, correspondiente a lo que se llama condadoen los Estados
Unidos. Es designado por el presidente o por el gobernador del Estado y también
funge como presidente municipal de la ciudad principal de su distrito. A su
vez, él suele nombrar a los alcaldes de los pueblos de menor categoría que
están bajo su autoridad, así como a los funcionarios de importancia. No tiene
ante quién rendir cuentas, excepto su gobernador, y a menos que el presidente
de la República resuelva intervenir, resulta por todos conceptos un pequeño zar
de sus dominios.
Los métodos empleados por el jefe político cuando trabaja
solo son muy simples. En lugar de enviar a pequeños delincuentes a cumplir
sentencias en la cárcel, los vende como esclavos en Valle Nacional. Y como se
guarda el dinero para sí, arresta a todas las personas que puede. Esté método
es el que siguen, con pequeñas variantes, los jefes políticos de todas las
principales ciudades del sur de México.
Según me informaron Manuel Lagunas, algunos enganchadores y
otras personas de cuya veracidad en el asunto no tengo motivo para dudar, el
jefe político de cada una de las cuatro ciudades sureñas más grandes de México,
paga una cuota anual de diez mil pesos por su encargo, el cual no valdría esa
suma si no fuera por los gajes de la trata de esclavos y otros pequeños
latrocinios a que se dedica el favorecido con el puesto; los jefes menores
pagan a sus gobernadores cantidades más cortas. Envían a sus víctimas por los
caminos en cuadrillas de 10 a 100 y a veces más; gozan de una tarifa especial del
gobierno en los ferrocarriles y utilizan rurales a sueldo del gobierno para
custodiar a los que aprehenden; por todo ello, el precio de venta de cuarenta y
cinco a cincuenta pesos por cada esclavo es casi todo utilidad neta.
Pero solamente un diez por ciento de los esclavos son
enviados directamente a Valle Nacional por los jefes políticos; como no hay
base legal para el procedimiento, tales jefes prefieren trabajar en connivencia
con los enganchadores. Tampoco hay base legal para emplear los métodos que
siguen estos enganchadores; pero esa asociación es provechosa. Los funcionarios
pueden escudarse tras de los enganchadores y éstos bajo la protección de los
funcionarios, absolutamente y sin temor de ser penalmente perseguidos.
En esta asociación, la función del enganchador consiste en
atraer con engaños al trabajador y la función del gobierno en apoyar a aquél,
ayudarlo; protegerlo, concederle bajas tarifas de transporte y servicio de
guardias gratuito y, finalmente, participar de las utilidades.
Los métodos del enganchador para engañar al obrero son
muchos y variados. Uno de ellos consiste en abrir una oficina de empleos y
publicar anuncios demandando trabajadores a los que se ofrecen altos jornales,
casa cómoda y gran libertad en algún lugar al sur de México. También les ofrece
transporte libre, por lo que tales ofertas siempre hacen caer a algunos en el
garlito, especialmente a hombres con familia que buscan trasladarse a sitios
más propicios. Al cabeza de familia le da un anticipo de cinco dólares y a toda
ella la encierra en un cuarto tan bien asegurado como una cárcel.
Después de uno o dos días, a medida que van llegando otros,
empiezan a tener algunas dudas. Quizá se les ocurra pedir que los dejen salir,
y entonces se dan cuenta de que están realmente prisioneros. Se les dice que
tienen una deuda pendiente y que los retendrán hasta que la paguen con trabajo.
Pocos días después, la puerta se abre y salen en fila; ven que están rodeados
por rurales. Los hacen marchar por una calle de poco tránsito hasta una
estación de ferrocarril, donde son puestos en el tren; tratan de escapar, pero
es inútil; son prisioneros. Pocos días después están en Valle Nacional.
Generalmente el obrero secuestrado en esta forma pasa por el
formalismo de firmar un contrato. Se le dice que tendrá buen hogar, buena
alimentación y jornales de uno, dos o tres dólares diarios durante un periodo
de seis meses o un año. Le pasan por los ojos un papel impreso y el enganchador
lee con rapidez algunas frases engañosas allí escritas. Luego le ponen una
pluma en la mano y le hacen firmar a toda prisa. La entrega del anticipo de
cinco dólares es para afianzar el contrato y para que la víctima quede en deuda
con el agente. Le suelen dar oportunidad para que los gaste en todo o en parte,
por lo común en ropa u otras cosas necesarias, con el objeto de que no pueda
devolverlos cuando descubra que ha caído en una trampa. Los espacios blancos
del contrato impreso para fijar el jornal y otros detalles son cubiertos
después por mano del enganchador o del consignatario.
En la ciudad de México y en otros grandes centros de
población se mantienen de modo permanente lugares llamados casas de
enganchadores, conocidas ordinariamente por la policía y por los grandes
compradores de esclavos para la tierra caliente. Sin embargo, no son más ni
menos que cárceles privadas en las que se encierra con engaños al trabajador, a
quien se mantiene allí contra su voluntad hasta que se le traslada en cuadrilla
vigilado por la fuerza policiaca del gobierno.
El tercer método que emplea el enganchador es el secuestro
descarado. Oí hablar de muchos casos de secuestro de mujeres y de hombres.
Centenares de individuos medio borrachos son recogidos cada temporada en los
alrededores de las pulquerías de la ciudad de México, para encerrarlos bajo
llave y más tarde remitirlos a Valle Nacional. Por lo regular, también se
secuestra a niños para enviarlos al mismo sitio. Los registros oficiales de la
ciudad de México indican que durante el año que terminó el 14 de septiembre de
1908, habían desaparecido en las calles 360 niños de seis a doce años de edad,
algunos de los cuales se encontraron después en Valle Nacional.
Durante mi primer viaje a México, El Imparcial, uno de los
principales diarios de la capital, publicó un relato acerca de un niño de siete
años que había desaparecido mientras su madre estaba viendo los aparadores de
una casa de empeños. La desesperada búsqueda fracasó; se trataba de un hijo
único y para mitigar su tristeza el padre se emborrachó hasta que murió en
pocos días, mientras la madre se volvió loca y también murió. Después de tres
meses, el muchacho, andrajoso y con los pies heridos, subía trabajosamente la
escalera de la casa que había sido de sus padres y llamaba a la puerta. Había
sido secuestrado y vendido a los dueños de una plantación de tabaco, pero pudo
conseguir lo casi imposible, con un muchacho de nueve años había eludido la
vigilancia de los guardias de la plantación y debido a su corta estatura, los
dos pudieron escapar sin ser vistos. Robando una canoa llegaron hasta El Hule.
En lentas etapas, mendigando la comida en el camino, los pequeños fugitivos
lograron llegar hasta su hogar.
Supe una historia típica de un enganchador; la conocí en
Córdoba, cuando iba camino del Valle. Primero me la contó un contratista negro
de Nueva Orleans, que había residido en el país, unos quince años; luego me la
contó el propietario del hotel donde me hospedé, y después me la confirmaron
varios hacendados tabaqueros del Valle. La historia es la siguiente:
Hace cuatro años, Daniel T., un aventurero, llegó sin un
centavo a Córdoba. Pocos días después tenía dificultades con su casero por no
pagar la renta de la habitación; pero en pocos días aprendió dos o tres cosas y
se dedicó a aprovechar lo que sabía. Salió a pasear por las calles y al
encontrar a un campesino le dijo: ¿Quieres ganarte dos reales (veinticinco
centavos) con facilidad? Naturalmente la oferta interesó al hombre y después de
unos minutos ya estaba camino de la habitación del aventurero llevando un
mensaje, mientras el astuto individuo tomaba otra ruta para llegar antes.
Esperó al mensajero en la puerta, lo agarró del cuello, lo arrastró, lo
amordazó y amarró, y lo dejó en el suelo mientras iba en busca de un
enganchador. Esa misma noche, el aventurero vendió su prisionero en veinte
pesos, pagó su renta y comenzó a hacer planes para repetir la operación en
mayor escala.
El incidente sirvió a este hombre para entrar en el negocio
de contratar trabajadores. En unos cuantos meses se había puesto de acuerdo con
los jefes políticos de la ciudad de México, de Veracruz, de Oaxaca, de Tuxtepec
y de otros lugares; hoy es el señor Daniel T. Yo vi su casa, una mansión
palaciega que tiene tres gallos en un escudo sobre la puerta. Usa un sello
privado y dicen que su fortuna llega a cien mil pesos, todo ello adquirido
comoagente de empleos.
En 1908, el precio corriente por cada hombre era de cuarenta
y cinco pesos; las mujeres y los niños costaban la mitad; en 1907, antes de la
crisis, el precio era de sesenta pesos por hombre. Todos los esclavos que se
llevan al Valle tienen que hacer parada en Tuxtepec, donde Rodolfo Pardo, el
jefe político del distrito, los cuenta y exige para él un tributo del diez por
ciento sobre el precio de compra.
La evidente asociación del gobierno con el tráfico de
esclavos tiene, necesariamente, alguna excusa. Esta es la deuda, el anticipo de
cinco dólares que suele pagar el enganchador al bracero, la cual es
anticonstitucional, pero efectiva. El presidente de Valle Nacional me dijo: No
hay un solo policía en todo el sur de México que no reconozca ese anticipo como
deuda y apruebe su derecho para llevar al trabajador donde usted quiera.
Cuando la víctima llega a la zona del tabaco, se da cuenta
de que las promesas del enganchador fueron tan sólo para hacerle caer en la
trampa; además, se entera también de que el contrato -si tuvo la suerte de
echarle una ojeada a ese papel- se hizo evidentemente con el mismo fin. Así
como las promesas del enganchador desmienten las estipulaciones del contrato,
éste es desmentido por los hechos reales. El contrato suele establecer que el
trabajador se vende por un periodo de seis meses; pero ningún trabajador que
conserve un resto de energía queda libre a los seis meses. El contrato suele
decir que el patrón está obligado a proporcionar servicios médicos a los
trabajadores; el hecho es que no hay ni un solo médico para todos los esclavos
de Valle Nacional. Finalmente, tal documento suele obligar al patrón a pagar un
salario de cincuenta centavos por día a los varones y tres dólares por mes a
las mujeres; pero yo nunca encontré algún esclavo que hubiera recibido un solo
centavo en efectivo, aparte del anticipo entregado por el enganchador.
Varios patrones se jactaron ante mí de que nunca daban
dinero a sus esclavos; sin embargo, no llamaban a ese sistema esclavitud.
Afirmaron que llevaban en los libros las cuentas de sus esclavos y que las
arreglaban de modo que éstos siempre estuvieran en deuda. Sí, los jornales son
de cincuenta centavos diarios -dijeron-; pero nos tienen que reembolsar lo que
pagamos para traerlos; también tienen que cubrir los intereses, la ropa que les
damos, el tabaco y otras cosas.
Esta es exactamente la actitud de todos los tabaqueros de
Valle Nacional. Por la ropa, el tabaco y otras cosascargan el décuplo del
precio, sin exageración. El señor Rodríguez, propietario de la finca Santa Fe,
por ejemplo, me mostró un par de algo parecido a una pijama de tela de algodón
sin blanquear que los esclavos usan como pantalones. Me dijo que su precio era
de tres dólares el par y pocos días después encontré el mismo artículo en
Veracruz a treinta centavos.
Pantalones a tres dólares; camisas al mismo precio; ambas
prendas de tela tan mala que se desgasta y se cae en pedazos a las tres semanas
de uso; sí, ocho trajes en seis meses a seis dólares, son cuarenta y ocho;
agréguense cuarenta y cinco dólares, que es el precio del esclavo, más cinco de
anticipo, más dos de descuentos y así se liquidan los noventa dólares del
salario de seis meses.
Esa es la forma de llevar las cuentas para mantener a los
esclavos sujetos como esclavos. Por otra parte, las cuentas son diferentes para
calcular el costo que ellos representan para el amo. El precio de compra, los
alimentos, la ropa, los jornales ..., todo -me dijo el señor Rodríguez- cuesta
de sesenta a setenta dólares por hombre en los primeros seis meses de servicio.
Agréguense el precio de compra, el anticipo y los trajes al
costo de sesenta centavos cada uno, y resulta un remanente de cinco a quince dólares
para alimentos y jornales durante seis meses, que se gastan en frijoles y
tortillas.
Claro, también hay otro gasto constante que tienen que pagar
los amos: el entierro en el cementerio del Valle Nacional. Cuesta un dólar
cincuenta centavos. Digo que se trata de un gasto constante porque en la
práctica todos los esclavos mueren y se supone que hay que enterrarlos. La
única excepción se presenta cuando, para ahorrarse un dólar cincuenta centavos,
los amos mismos entierran al esclavo o lo arrojan a los caimanes de las
ciénagas cercanas.
Los esclavos están vigilados noche y día. Por la noche los
encierran en un dormitorio que parece una cárcel. Además de los esclavos, en
cada plantación hay un mandador, o mayordomo, varios cabos que combinan las
funciones de capataces y guardias, y algunos trabajadores libres que hacen de
mandaderos y ayudan a perseguir a los que se escapan.
Las cárceles son grandes construcciones, a manera de trojes,
sólidamente construidas con troncos jóvenes clavados en el suelo y atados con
mucho alambre de púas. Las ventanas tienen barras de hierro; los pisos son de
tierra, y en general sin muebles, aunque en algunos casos hay largos y rústicos
bancos que hacen las veces de camas. Los colchones son delgados petates de
palma. En ese antro duermen todos los esclavos, hombres, mujeres y niños, cuyo
número varía entre 70 y 400, de acuerdo con el tamaño de la plantación.
Se amontonan como sardinas en lata o como ganado en un vagón
de ferrocarril. Uno mismo puede calcularlo e imaginarIo. En la finca Santa Fe
el dormitorio mide veinticinco por seis metros y aloja a 150 personas; en la
fincaLa Sepultura el dormitorio es de trece por cinco metros y aloja a 70; en
San Cristóbal es de treinta y tres por dieciséis metros y aloja a 350, y en San
Juan del Río es de veintiséis por treinta metros para 400 personas. Así, el
espacio disponible para que cada persona se acueste es de tres a seis metros
cuadrados. En ninguna de las fincas encontré un dormitorio separado para las
mujeres o los niños. A pesar de que hay mujeres honestas y virtuosas entre las
enviadas a Valle Nacional todas las semanas todas son encerradas en un mismo
dormitorio junto con docenas o centenares de hombres y dejadas a merced de
ellos.
A veces llegan a Valle Nacional mexicanos trabajadores y
honrados, con sus mujeres e hijos. Si la mujer es atractiva, va a parar al
patrón o a uno o varios de los jefes. Los niños ven que se llevan a su madre y
saben lo que será de ella. El marido también lo sabe; pero si se atreve a
protestar es golpeado con un garrote como respuesta. Repetidas veces esto me
dijeron los amos, los esclavos, los funcionarios; las mujeres encerradas en
esas latas de sardinas tienen que cuidarse por sí mismas.
La quinta parte de los esclavos de Valle Nacional son
mujeres y la tercera parte niños menores de 15 años. Éstos trabajan en los
campos con los hombres. Cuestan menos, duran bastante y en algunas labores,
como la de plantar el tabaco, son más activos y, por lo tanto, más útiles. A
veces se ven niños hasta de 6 años plantando tabaco. Las mujeres trabajan
también en el campo, especialmente en la época de la recolección; pero
principalmente se dedican a las labores domésticas. Sirven al amo y al ama, si
la hay; muelen el maíz y cocinan los alimentos de los esclavos varones. En
todas las casas de esclavos que visité encontré de 3 a 12 mujeres moliendo
maíz, todo a mano, en dos piedras llamadas metate. La piedra plana se coloca en
el suelo; la mujer se arrodilla tras de ella, y completamente doblada, mueve
hacia adelante y atrás la piedra cilíndrica o mano del metate sobre la piedra
plana. El movimiento es parecido al que hace una mujer lavando ropa; pero es
mucho más duro. Pregunté al presidente municipal de Valle Nacional por qué los
propietarios no compraban molinos baratos para moler el maíz, o por qué no
compraban uno entre todos, en vez de acabar con los pulmones de varios
centenares de mujeres cada año, y la respuesta fue: Las mujeres son más baratas
que las máquinas.
En Valle Nacional parecían trabajar todo el tiempo. Los vi
trabajar al amanecer y al anochecer; los vi trabajando hasta muy tarde por la
noche: Si pudiéramos usar la potencia hidráulica del Papaloapan para alumbrar
nuestras fincas, podríamos trabajar toda la noche -me dijo Manuel Lagunas y sí
creo que lo hubiera hecho.
La hora de levantarse en las fincas es generalmente las 4 de
la mañana; a veces más temprano. Excepto en 3 o 4 de ellas, en las otras 30,
los esclavos trabajan todos los días del año ... hasta que mueren. En San Juan
del Río, una de las más grandes, disfrutan de medio día de descanso los
domingos. Casualmente estuve en San Juan del Río un domingo por la tarde. ¡El
medio día de descanso! ¡Qué broma tan triste! Los esclavos lo pasaron en la
prisión, bien encerrados para impedirles huir.
Todos mueren muy pronto. Los azotan y eso ayuda. Les hacen
pasar hambre y eso ayuda también. Mueren en el lapso de un mes a un año, y la
mayor mortalidad ocurre entre el sexto y el octavo mes. Igual que los
algodoneros de los Estados norteamericanos del Sur antes de la Guerra de la
Secesión, los tabaqueros de Valle Nacional parecen tener su negocio calculado
hasta el último centavo. Una máxima bien establecida de nuestros algodoneros
era que se podía obtener la mayor utilidad del cuerpo de un negro haciéndole
trabajar hasta morir durante siete años, y comprar después otro. El esclavista
de Valle Nacional ha descubierto que es más barato comprar un esclavo en $45,
hacerlo morir de fatiga y de hambre en siete meses y gastar otros $45 en uno
nuevo, que dar al primer esclavo mejor alimentación, no hacerle trabajar tanto
y prolongar así su vida y sus horas de trabajo por un periodo más largo.
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/turner/4.html
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