Soberanía política
e independencia económica , POR ERNESTO CHE GUEVARA.
GIAP SALVADOR·SÁBADO, 7 DE OCTUBRE DE 201714 veces leída
Che Guevara Presente:
Soberanía política e independencia económica
Esta comparencencia fue la primera de
una serie en la televisión titulada la “Universidad Popular” en el que hablaban
los líderes de la Revolución.
Naturalmente, se
impone al iniciar una conferencia de este tipo un saludo a todos los oyentes de
Cuba y además de reiterar la explicación que hiciera nuestro compañero, la
explicación sobre la importancia que tiene este tipo de pedagogía popular,
llegando directamente a todas las masas de nuestros obreros y campesinos, dando
al explicar las verdades de la Revolución, quitándole todo el ropaje de un
lenguaje hecho especialmente para ondear la verdad, desnudar a la verdad de
todo lo artificioso y mostrarla en esta forma.
Tengo el honor de
iniciar este ciclo de conferencias aunque en primer lugar se había puesto aquí
a nuestro compañero Raúl Castro, que por tratarse de temas económicos declinó
en mí. Nosotros como soldados de la Revolución vamos directamente a hacer la
tarea que el deber nos impone y muchas veces tenemos que estar realizando
algunas para las que no tenemos la capacitación ideal por lo menos. Quizá esta
sea una de esas tareas, revertir en palabras fáciles, en conceptos que todo el
mundo conozca y entienda, la enorme importancia que tiene el tema de la
soberanía política y de la independencia económica y explicar, además, la unión
estrechísima entre estos dos términos. Puede alguno, como sucedió en algún
momento en Cuba, anteceder al otro, pero necesariamente van juntos, y al poco
tiempo de andar deben juntarse, ya sea como una afirmación positiva, como el
caso cubano que logró su independencia política e inmediatamente se dedica a
conseguir su independencia económica, u otras veces en el caso negativo de
países que logran o entran en el camino de la independencia política y por no
asegurar la independencia económica, ésta poco a poco se va debilitando hasta
que se pierde. Nuestra tarea revolucionaria en el día de hoy es no solo pensar
en este presente cargado de amenazas, sino también pensar en el futuro.
La palabra de orden
en este momento es la de planificación. La reestructuración consciente e
inteligente de todos los problemas que abordará el pueblo de Cuba en los años
futuros. No podemos pensar solamente en la réplica, en el contragolpe frente a
alguna agresión más o menos inmediata, sino que tenemos que ir haciendo un
esfuerzo para elaborar todo un plan que nos permita predecir el futuro. Los
hombres de la Revolución deben ir conscientemente a su destino, pero no es
suficiente que los hombres de la Revolución lo hagan, es necesario también que
el pueblo entero de Cuba comprenda exactamente cuáles son todos los principios
revolucionarios y que pueda saber entonces que, tras estos momentos en que en
algunos está la incertidumbre del porvenir, nos espera sin lugar a dudas un
futuro feliz y un futuro glorioso, porque hemos sido los que hemos puesto esta
primera piedra de la libertad de América Latina, por eso es que es muy
importante un programa de este tipo, programa en que todas las personas que
tengan un mensaje vengan y lo digan. No es que sea nuevo, pues cada vez que
nuestro Primer Ministro comparece ante las cámaras, es para dar una lección
magistral, como solamente un pedagogo de su categoría puede darla, pero aquí
también hemos planificado nuestra enseñanza y tratamos de dividirla en temas
específicos y no solamente respondiendo a preguntas entrevistadas. Entraremos
entonces en el tema que es, como ya lo apuntamos, soberanía política e
independencia económica.
Pero antes de
referirnos a las tareas que la Revolución está realizando para hacer realidad
estos dos términos, estos dos conceptos que deben ir siempre juntos, es bueno
definirlo y aclararlo ante ustedes. Las definiciones siempre son defectuosas,
siempre tienden a congelar términos, a hacerlos muertos, pero es bueno por lo
menos dar un concepto general de estos dos términos gemelos. Sucede que hay
quienes no entienden o no quieren entender, que es lo mismo, en qué consiste la
soberanía y se asustan cuando nuestro país, por ejemplo, firma un convenio en
el cual, entre paréntesis, me cabe la honra de haber participado, como es el
convenio comercial con la Unión Soviética, y además recibir un crédito de esta
nación. Es algo que en la historia de América Latina tiene antecedentes toda
esta lucha. Sin ir más lejos, en estos días, precisamente hace dos días, se
cumple un nuevo aniversario de la expropiación de las compañías petroleras
mexicanas, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.[1] Nosotros los jóvenes,
en aquella época éramos muy niños (ha pasado más de una veintena de años) y no
podemos precisar exactamente la conmoción que produjo en América Latina, pero
en todo caso, los términos y las acusaciones fueron exactamente iguales a las
que hoy debe soportar Cuba, a la que soportó en un ayer más cercano y por mí
vivido personalmente, Guatemala; la que deberán soportar en un futuro todos los
países que tomen decididamente por este camino de libertad. Podemos hoy decir
casi sin caricaturizar nada, que las compañías o las grandes empresas
periodísticas y los voceros de opinión de los Estados Unidos, dan la tónica de
la importancia y la honestidad de un gobernante simplemente invirtiendo los
términos. Cuando un gobernante sea más atacado, mejor será indiscutiblemente y
tenemos el privilegio hoy de ser el país y el gobierno más atacados, no
solamente en este momento sino quizás en todos los momentos de la historia de
América Latina, mucho más que Guatemala y más quizá que el México del año 38 ó
36, cuando el general Cárdenas ordenó la expropiación. El petróleo en aquella
época jugaba un papel importantísimo en la vida mexicana; en el nuestro de hoy
el azúcar juega ese mismo papel. El papel de monoproducto que va a un
monomercado, o sea, que va a un solo mercado.
“Sin azúcar no hay
país”, vociferan los voceros de la reacción, y además creen que si el mercado
que nos compra ese azúcar, deja de hacerlo, la ruina es absoluta. Como si ese
mercado que nos compra ese azúcar lo hiciera solamente por un deseo de
ayudarnos a nosotros. Durante siglos el poder político estuvo en manos de
esclavistas, después de señores feudales y para facilitar la conducción de las
guerras contra los enemigos y contra las rebeliones de los oprimidos delegaban
sus prerrogativas en uno de ellos, el que nucleaba a todos, el más decidido, el
más cruel quizá que pasaba a ser el rey, el soberano y el déspota que poco a
poco iba imponiendo su voluntad a través de épocas históricas para llegar en un
momento a hacerla absoluta.
Naturalmente que no
vamos a relatar todo el proceso histórico de la humanidad y además ya el tiempo
de los reyes ha pasado. Quedan solamente algunas muestras en Europa. Fulgencio
Batista no pensó nunca en llamarse Fulgencio I. Le bastaba simplemente con que
cierto vecino poderoso le reconociera como el presidente y que los oficiales de
un ejército lo acataran, es decir, los poseedores de las fuerzas físicas, de
las fuerzas materiales, de los instrumentos de matanza, que lo acataban y lo
apoyaban como el más fuerte entre ellos, como el más cruel o como el de mejores
amigos fuera. Ahora existen los reyes que no tienen corona, son los monopolios,
los verdaderos amos de países enteros y en ocasiones de continentes, como ha
sido hasta ahora el continente africano y una buena parte del continente
asiático y desgraciadamente también el nuestro, americano. Otras veces han
intentado el dominio del mundo. Primero fue Hitler, representante de los
grandes monopolios alemanes que trató de llevar la idea de superioridad de una raza,
a imponerla por los campos del mundo en una guerra que costó 40 millones de
vidas.
La importancia de
los monopolios es inmensa, tan grande es que hace desparecer el poder político
de muchas de nuestras repúblicas. Hace tiempo leíamos un ensayo de Papini,
donde su personaje Gog compraba una república y decía que esa república creía
que tenía presidentes, cámaras, ejércitos y que era soberana cuando en realidad
él la había comprado. Y esa caricatura es exacta, hay repúblicas que tienen
todas las características formales para serlo y que, sin embargo, dependen de
la voluntad omnímoda de la Compañía Frutera, por ejemplo, cuyo bien odiado
director era un fallecido abogado; como otros dependen de la Standard Oil o de
alguna otra compañía monopolista petrolera, como otros dependen de los reyes
del estaño o de los que comercializan el café, dando ejemplos americanos para
no buscar los africanos y asiáticos; es decir que la soberanía política es un
término que no hay que buscarlo en definiciones formales, sino que hay que
ahondar un poquito más, hay que buscarle sus raíces. Todos los tratados, todos
los códigos de derecho, todos los políticos del mundo sostienen que la
soberanía política nacional es una idea inseparable de la noción de Estado
soberano, de Estado moderno, y si no fuera así, no se verían algunas potencias
obligadas a llamar estados libres asociados a sus colonias, es decir, a ocultar
tras una frase la colonización.[2] El régimen interno
que tenga cada pueblo que le permita en mayor o menor grado o por completo o
que no le permita en absoluto, ejercer su soberanía, debe ser asunto que
competa a dicho pueblo; pero la soberanía nacional significa, primero el
derecho que tiene el país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que
tiene un pueblo a darse el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga,
eso depende de su voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si
un gobierno cambia o no. Pero todos estos conceptos de soberanía política, de
soberanía nacional son ficticios si al lado de ellos no está la independencia
económica.
Habíamos dicho al
principio que la soberanía política y la independencia económica van unidas. Si
no hay economía propia, si se está penetrado por un capital extranjero, no se
puede estar libre de la tutela del país del cual se depende, ni mucho menos se
puede hacer la voluntad de ese país si choca con los grandes intereses de aquel
otro que la domina económicamente. Todavía esa idea no está absolutamente clara
en el pueblo de Cuba y es necesario rememorarla una y otra vez. Los pilares de
la soberanía política que se pusieron el 1o de enero de 1959, solamente estarán
totalmente consolidados, cuando se logre una absoluta independencia económica.
Y podemos decir que vamos por buen camino si cada día se toma una medida que
asegure nuestra independencia económica. En el mismo momento en que medidas
gubernamentales hagan que cese este camino o que se vuelva atrás, aunque solo
sea un paso, se ha perdido todo y se volverá indefectiblemente a los sistemas
de colonización más o menos encubiertos de acuerdo con las características de
cada país y de cada momento social.
Ahora en este
momento es muy importante conocer estos conceptos. Ya es muy difícil ahogar la
soberanía política nacional de un país mediante la violencia pura y simple. El
último o los dos últimos ejemplos que se han dado son el ataque despiadado y
artero de los colonialistas ingleses y franceses a Port Said en Egipto y el
desembarco de tropas norteamericanas en el Líbano.[3] Sin embargo, ya no se
envían los marines con la misma impunidad con que se hacía antes y es mucho más
fácil establecer una cortina de mentiras que invadir un país, porque
simplemente se haya lesionado el interés económico de algún gran monopolio.
Invadir a un país que reclama el derecho de ejercer su soberanía en estos
momentos de Naciones Unidas, donde todos los pueblos quieren emitir su voz y su
voto, es difícil.
Y no es fácil
adormecer al respeto ni la opinión pública propia ni la del mundo entero. Es
necesario para ello un gran esfuerzo propagandístico que vaya preparando las
condiciones para hacer menos odiosa esa intervención.
Eso es precisamente
lo que están haciendo con nosotros; nunca debemos dejar de puntualizar cada vez
que sea posible que se están preparando las condiciones para reducir a Cuba en
la forma que sea necesario y que depende de nosotros solamente que esa agresión
no se provoque. Podrán hacerla económicamente hasta donde quieran, pero tenemos
que asegurar una conciencia en el país para si quieren hacerla material
(directamente con soldados compatriotas de los monopolios o con mercenarios de
otros países) sea tan caro el precio que tengan que pagar que no puedan
hacerlo. Y están tratando de ahogar y preparando las condiciones necesarias
para ahogar en sangre si fuera necesario esta Revolución, solamente porque
vamos en el camino de nuestra liberación económica, porque estamos dando el
ejemplo con medidas tendientes a liberar totalmente a nuestro país y a que el
grado de nuestra libertad económica alcance el de nuestra libertad y el de
nuestra madurez política de hoy.
Nosotros hemos
tomado el poder político, hemos iniciado nuestra lucha por la liberación con
este poder bien firme en las manos del pueblo. El pueblo no puede soñar
siquiera con la soberanía si no existe un poder que responda a sus intereses y
a sus aspiraciones, y poder popular quiere decir no solamente que el Consejo de
Ministros, la Policía, los Tribunales y todos los órganos del gobierno estén en
manos del pueblo. El poder revolucionario o la soberanía política es el
instrumento para la conquista económica y para hacer realidad en toda su
extensión la soberanía nacional. En términos cubanos, quiere decir que este
Gobierno Revolucionario es el instrumento para que en Cuba manden solamente los
cubanos en toda la extensión del vocablo, desde la parte política hasta
disponer de las riquezas de nuestra tierra y de nuestra industria. Todavía no
podemos proclamar ante la tumba de nuestros mártires que Cuba es independiente
económicamente. No lo puede ser cuando simplemente un barco detenido en Estados
Unidos hace parar una fábrica en Cuba, cuando simplemente cualquier orden de
alguno de los monopolios paraliza aquí un centro de trabajo. Independiente será
Cuba cuando haya desarrollado todos sus medios, todas sus riquezas naturales y
cuando haya asegurado, mediante tratados, mediante comercio con todo el mundo,
que no pueda haber acción unilateral de ninguna potencia extranjera que le
impida mantener su ritmo de producción y mantener todas sus fábricas y todo su
campo produciendo al máximo posible dentro de la planificación que estamos
llevando a cabo. Sí podemos decir exactamente que la fecha en que se alcanzó la
soberanía política nacional como primer paso, fue el día en que venció el poder
popular, el día de la victoria de la Revolución, es decir, el 1o de enero de
1959.
Este fue un día que
se va fijando cada vez más como el comienzo no solo de un año extraordinario de
la historia de Cuba, sino como el comienzo de una era. Y tenemos pretensiones
de pensar que no es solamente el comienzo de una era en Cuba, sino el comienzo
de una era en América Latina. Para Cuba, el 1o de enero es la culminación del
26 de julio de 1953 y el 12 de agosto de 1933, como lo es también del 24 de
febrero de 1895 ó del 10 de octubre de 1868.[4] Pero para América
Latina significa también una fecha gloriosa, puede ser quizá la continuación de
aquel 25 de mayo de 1809, en que Morillo se levantó en el Alto Perú o puede ser
el 25 de mayo de 1810, cuando el Cabildo Abierto de Buenos Aires, o cualquier
fecha que marque el inicio de la lucha del pueblo americano por su
independencia política en los principios del siglo XIX.[5]
Esta fecha, el 1o
de Enero, conquistada a un precio enormemente alto para el pueblo de Cuba,
resume las luchas de generaciones y generaciones de cubanos, desde la formación
de la nacionalidad por la soberanía, por la patria, por la libertad y por la
independencia plena política y económica de Cuba. No se puede hablar ya de
reducirla a un episodio sangriento, espectacular, decisivo si se quiere, pero
apenas un momento en la historia de los cubanos, ya que el 1o de Enero es la
fecha de la muerte del régimen despótico de Fulgencio Batista, de ese pequeño
Weyler[6] nativo, pero es
también la fecha del nacimiento de la verdadera república políticamente libre y
soberana que toma por ley suprema la dignidad plena del hombre.
Este 1o de Enero
significa el triunfo de todos los mártires antecesores nuestros, desde José
Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García, [Guillermo] Moncada o Juan
Gualberto Gómez, que tiene antecedentes en Narciso López, en Ignacio Agramonte
y Carlos Manuel de Céspedes, y que fuera continuado por toda la pléyade de
mártires de nuestra historia republicana, los [Julio Antonio] Mella, los
[Antonio] Guiteras, los Frank País, los José Antonio Echeverría o Camilo
Cienfuegos.
Consciente ha
estado Fidel, como siempre, desde que se dio por entero a los combates por su
pueblo, de la magnitud de la entereza revolucionaria, de la grandeza de la
fecha que hizo posible el heroísmo colectivo de todo un pueblo: este
maravilloso pueblo cubano del cual brotara el glorioso Ejército Rebelde, la
continuación del Ejército Mambí.[7] Por eso a Fidel
siempre le gusta comparar la obra a emprender con la que tenía por delante el
puñado de sobrevivientes cuando el desembarco ya legendario del Granma. Allí se
dejaban, al abandonar el Granma, todas las esperanzas individuales, se iniciaba
la lucha en que un pueblo entero tenía que triunfar o fracasar. Por esto, por
esa fe y por esa unión tan grandes de Fidel con su pueblo, nunca desmayó, ni
aun en los momentos más difíciles de la campaña, porque sabía que la lucha no
estaba centrada y aislada en las montañas de la Sierra Maestra, sino que la
lucha se estaba dando en cada lugar de Cuba, donde un hombre o una mujer
levantaran la bandera de la dignidad.
Y sabía Fidel, como
lo supimos todos nosotros después, que esa era una lucha como la de ahora,
donde el pueblo de Cuba entero triunfaba o era derrotado. Ahora insiste en
estos mismos términos y dice: o nos salvamos todos o nos hundimos todos.
Ustedes conocen la frase. Porque todas las dificultades a vencer son difíciles
como en aquellos días siguientes al desembarco del Granma; sin embargo, ahora
los combatientes no se cuentan por unidades o por docenas, sino que se cuentan
por millones. Cuba entera se ha convertido en una Sierra Maestra, para dar en el
terreno en que se coloque el enemigo, la batalla definitiva por la libertad,
por el porvenir y por el honor de nuestra patria y en este momento por ser,
desgraciadamente, la única representante en pie de lucha.
La batalla de Cuba
es la batalla de América Latina, no la definitiva, por lo menos no la
definitiva en un sentido. Aun suponiendo que Cuba perdiera la batalla, no la
perdería América Latina; pero si Cuba gana esta batalla, América Latina entera
habrá ganado la pelea. Esa es la importancia que tiene nuestra Isla y es por
ello por lo que quieren suprimir este “mal ejemplo” que damos. En aquella
época, en el año 56, el objetivo estratégico, es decir, el objetivo general de
nuestra guerra, era el derrocamiento de la tiranía batistiana, es decir, la reimplantación
de todos los conceptos de democracia y soberanía e independencia conculcados
por los monopolios extranjeros. A partir de aquella época del 10 de marzo
[1952] se había convertido Cuba en un cuartel de esas mismas características de
los cuarteles que estamos entregando hoy (como escuelas). Toda Cuba era un
cuartel. El 10 de marzo no era la obra de un hombre, sino de una casta, un
grupo de hombres unidos por una serie de privilegios de los cuales uno de
ellos, el más ambicioso, el más audaz, el Fulgencio I de nuestro cuento, era el
capitán. Esta casta respondía a la clase reaccionaria de nuestro país, a los
latifundistas, a los capitales parásitos, y estaba unida al colonialismo
extranjero. Eran bastantes, toda una serie de ejemplares desaparecidos como por
arte de magia, desde los manengues hasta los periodistas de salón presidencial,
de rompehuelgas o los zares del juego y de la prostitución. El 1o de Enero
alcanza entonces el objetivo estratégico fundamental de la Revolución en ese
momento, que es la destrucción de la tiranía que durante casi siete años
ensangrienta al pueblo de Cuba. Pero sin embargo, nuestra Revolución que es una
Revolución consciente, sabe que soberanía política está unida íntimamente a
soberanía económica.
No quiere esta
Revolución los errores de la década del 30, liquidar simplemente un hombre sin
darse cuenta que ese hombre es la representación de una clase y de un estado de
cosas y que si no destruye todo ese estado de cosas, los enemigos del pueblo
inventan otro hombre.[8] Por eso la Revolución
fuerza a destruir en sus raíces el mal que aquejaba a Cuba. Habría que imitar a
Martí y repetir una y otra vez que radical no es más que eso, el que va a las
raíces; no se llama radical quien no vea las cosas en su fondo, ni hombre quien
no ayude a la seguridad y a la dicha de los hombres. Esta Revolución se propone
arrancar de raíz las injusticias, ha redefinido Fidel, utilizando distintas
palabras, pero la misma orientación que Martí. Logrando el gran objetivo
estratégico de la caída de la tiranía y el establecimiento del poder
revolucionario surgido del pueblo, responsable ante él, cuyo brazo armado es
ahora un ejército sinónimo del pueblo, el nuevo objetivo estratégico es la
conquista de la independencia económica, una vez más la conquista de la
soberanía nacional total. Ayer, objetivos tácticos dentro de la lucha eran la
Sierra, los llanos, Santa Clara, el Palacio, Columbia, los centros de
producción que se debían conquistar mediante un ataque frontal o por cerco o
por acción clandestina.
Nuestros objetivos
tácticos de hoy son el triunfo de la Reforma Agraria que da la base de la
industrialización del país, la diversificación del comercio exterior, la
elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar este gran objetivo
estratégico que es la liberación de la economía nacional. Y el frente económico
ha tocado ser el principal escenario de la lucha, aun considerando otros de
enorme importancia como son el de la educación, por ejemplo; hace poco nos
referíamos a esa importancia que tenía la educación que nos permitiera dar los
técnicos necesarios para esta batalla. Pero eso mismo indica que en la batalla
el frente económico es más importante, y la educación está destinada a dar los
oficiales para esta batalla en las mejores condiciones posibles. Yo puedo
llamarme militar, militar surgido del pueblo que tomó las armas como tantos
otros, simplemente obedeciendo a un llamado, que cumplió su deber en el momento
en que fue preciso, y que hoy está colocado en el puesto que ustedes conocen.
No pretendo ser un economista, simplemente como todos los combatientes
revolucionarios estoy en esta nueva trinchera donde se me ha colocado y tengo
que estar preocupado como pocos por la suerte de la economía nacional, de la
cual depende el destino de la Revolución. Pero esta batalla del frente
económico es diferente a aquellas otras que librábamos en la Sierra, éstas son
batallas de posiciones, son batallas donde se concentran tropas y se preparan
cuidadosamente los ataques. Las victorias son el producto del trabajo, del
tesón y de la planificación. Es una guerra donde se exige el heroísmo
colectivo, el sacrificio de todos, y no de un día o de una semana ni de un mes,
es muy larga, tanto más larga cuanto más aislados estemos, y tanto más larga
cuanto menos hayamos estudiado todas las características del terreno de la
lucha y analizado al enemigo hasta la saciedad.
Se libra con muchas
armas también, desde el aporte del 4% de los trabajadores para la
industrialización[9] del país hasta el
trabajo en cada cooperativa, hasta el establecimiento de ramas hasta ahora
desconocidas en la industria nacional, como la citroquímica, la química pesada
misma o la siderurgia, y tiene como principal objetivo estratégico, y hay que
recalcarlo constantemente, la conquista de la soberanía nacional.
Es decir, para
conquistar algo tenemos que quitárselo a alguien, y es bueno hablar claro y no
esconderse detrás de conceptos que puedan mal interpretarse. Ese algo que
tenemos que conquistar, que es la soberanía del país, hay que quitárselo a ese
alguien que se llama monopolio, aunque los monopolios en general no tienen
patria tienen por lo menos una definición común, todos los monopolios que han
estado en Cuba, que han usufructuado de la tierra cubana, tienen lazos muy
estrechos con los Estados Unidos. Es decir, que nuestra guerra económica será
con la gran potencia del Norte, que nuestra guerra no es una guerra sencilla;
es decir, que nuestro camino hacia la liberación estará dado por la victoria
sobre los monopolios y sobre los monopolios norteamericanos concretamente. El
control de la economía de un país por otro, merma, indiscutiblemente la
economía de este país.
Fidel dijo, el 24
de febrero en la CTC, ¿cómo se concebía que una revolución se pusiera a esperar
la solución del capital privado extranjero de inversión? ¿Cómo se concebía que
una revolución que surgiera reivindicando los derechos de los trabajadores, que
habían estado conculcados durante muchos años, fuera a ponerse a esperar la
solución del problema del capital privado extranjero de inversión que va donde
más le interesa, que se invierte en aquellos artículos, no que sean los más
necesarios para el país, sino los que más ganancias les permita? Luego, la
Revolución no podía coger este camino, éste era un camino de explotación, es
decir, había que buscar otro camino. Había que golpear al más irritante de
todos los monopolios, al monopolio de la tenencia de la tierra, destruirlo,
hacer pasar la tierra a manos del pueblo e iniciar entonces la verdadera lucha
porque ésta, a pesar de todo, era simplemente la primera entrada en contacto de
dos enemigos. La batalla no se libró a nivel de la Reforma Agraria, es un
hecho,[10] la batalla se
librará ahora, se librará en el futuro, porque a pesar de que los monopolios
tenían aquí fuertes extensiones de terrenos, no es allí donde están los más
importantes, los más importantes están en la industria química, en la
ingeniería, en el petróleo, y es ahí donde molesta de Cuba el ejemplo, el mal
ejemplo, como lo llaman ellos.
Sin embargo, había
que empezar por la Reforma Agraria, el 1,5 % de los propietarios de la tierra,
de los propietarios cubanos o no cubanos, pero de tierras cubanas, poseían el
46% del área nacional y el 70% poseía sólo un 12% del área nacional; había 62
000 fincas que tenían menos de 3/4 de caballería, considerándose por nuestra
Reforma Agraria dos caballerías como el mínimo vital, es decir, el mínimo
necesario para que una familia de 5 personas, en terreno no irrigado, pudiera
hacer una vida satisfaciendo sus mínimas necesidades. En Camagüey, cinco
compañías, de cinco a seis compañías azucareras, controlaban 56 000
caballerías. Eso significa el 20% del área total de Camagüey.
Y además los monopolios
tienen el níquel, el cobalto, el hierro, el cromo, el manganeso, y todas las
concesiones petroleras. En petróleo, por ejemplo, había concesiones entre las
otorgadas y pedidas que superaban tres veces el área nacional. Es decir, estaba
dada toda el área nacional, además estaba dada toda la cayería y toda la zona
de la plataforma continental cubana y además de todo eso, había zonas
solicitadas por dos o tres compañías que estaban en litigio. También se fue a
liquidar esta relación de propiedad de las compañías norteamericanas. También
se golpeó en la especulación con la vivienda mediante la rebaja de alquileres y
ahora con los planes del INAV [Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda] para
dar vivienda barata. Aquí había muchos monopolios de la vivienda, aunque quizá
no fueran norteamericanos, eran capitales parásitos unidos a los
norteamericanos, solamente por lo menos en cuanto a la concepción ideológica de
la propiedad privada al servicio de una persona para explotación de un pueblo.
Con la intervención de los grandes mercados y la creación de las tiendas
populares, de las cuales hay 1 400 en el campo cubano, se frenó o se dio el
primer paso para frenar la especulación y el monopolio del comercio interior.
Ustedes saben cómo
se encarecen los productos, y si hay campesinos escuchándonos, sabrán ustedes
de la gran diferencia que hay entre los precios actuales y los precios que
cobraban los garroteros en aquella época nefasta en todo el campo cubano. La
acción desenfrenada de los monopolios en los servicios públicos ha sido frenada
por lo menos. En el teléfono y en la electricidad hay dos ejemplos. El
monopolio figuraba en todas las manifestaciones de la vida del pueblo cubano.
No solo en las económicas que aquí nos ocupan, sino también en la política y en
la cultural.
Ahora había que
salir a dar otro de los pasos importantes en nuestra lucha de liberación: el
golpe al monopolio del comercio exterior. Ya se han hecho varios tratados
comerciales con diversos países y constantemente vienen nuevos países a buscar el
mercado cubano en pie de absoluta igualdad. De todos los convenios firmados
indiscutiblemente el que más importancia tiene es el que se hizo con la Unión
Soviética. Es bueno recalcarlo porque nosotros ya hemos vendido a esta altura
algo insólito: toda nuestra cuota sin nada en el mercado mundial, cuando
todavía tenemos pedidos, que se pueden estimar entre un millón u ochocientas
mil toneladas a un millón, si no es que se hacen nuevos contratos, nuevos
convenios con otros países. Además, hemos asegurado durante cinco años una
venta de 1 000 000 de toneladas cada una. Que bien es cierto que no conseguimos
dólares, sino en un 20% por ese azúcar, pero el dólar no es nada más que el
instrumento para comprar, el dólar no tiene ningún otro valor que el de su poder
de compra y nosotros al cobrar con productos manufacturados o materia prima,
estamos simplemente utilizando el azúcar a manera de dólar. Hay quien me decía
que era ruinoso hacer un contrato de esta característica, pues la distancia que
separa a la Unión Soviética de Cuba, encarecía notablemente todos los productos
que se importaran. El contrato firmado por el petróleo ha echado por tierra
todas estas predicciones. La Unión Soviética se compromete a poner en Cuba
petróleo de especificaciones diversas a un precio que es un 33% más barato que
el de las compañías monopolistas norteamericanas que están a un paso nuestro.
Eso se llama liberación económica.
Naturalmente, hay
quienes pretenden que todas estas ventas de la Unión Soviética sean ventas
políticas. Hay quienes pretenden que nada más que se hace eso para molestar a
Estados Unidos. Nosotros podemos admitir que eso sea cierto. A la Unión
Soviética, en uso de su soberanía si le da la gana de molestar a los Estados
Unidos, nos vende el petróleo y nos compra el azúcar a nosotros para molestar a
los Estados Unidos, y a nosotros qué, eso es aparte, las intenciones que tengan
o dejen de tener son aparte, nosotros al comerciar estamos simplemente
vendiendo mercancía y no estamos vendiendo soberanía nacional como lo hacíamos
antes. Vamos a hablar simplemente un lenguaje de igualdad. Cada vez que viene
un representante de una nueva nación del mundo aquí, en este momento actual,
viene a hablar un lenguaje de igualdad. No importa el tamaño que tenga el país
de donde viene ni la potencia de sus cañones. En término de nación
independiente, Cuba es un voto en las Naciones Unidas al igual que los Estados
Unidos y que la Unión Soviética. Con ese espíritu se han hecho todos los
tratados y con ese espíritu se harán todos los nuevos tratados comerciales,
porque hay que insistir en que ya Martí lo había visto y precisado claramente
hace muchos años cuando insistía en que la nación que compra es la nación que
manda, y la nación que vende, es la que obedece. Cuando Fidel Castro explicó
que el convenio comercial con la Unión Soviética era muy beneficioso para Cuba,
estaba simplemente explicando que... más que explicando podríamos decir,
sintetizando los sentimientos del pueblo cubano. Realmente, todo el mundo se
sintió un poco más libre cuando supo que podía firmar convenios comerciales con
quien quisiera y todo el mundo debe sentirse hoy mucho más libre todavía,
cuando sepa contundentemente que no solamente se firmó un convenio comercial en
uso de la soberanía del país, sino que se firmó uno de los convenios
comerciales más beneficiosos para Cuba.
Y cuando se
analicen los onerosos préstamos de las compañías norteamericanas y se compare
con el préstamo, o con el crédito concedido por la Unión Soviética a 12 años
con un 2,5 % de interés, de lo más bajo que registra la historia de las
relaciones comerciales internacionales, se verá la importancia que tiene. Es
cierto que ese crédito es para comprar mercancía soviética, pero no es menos
cierto que los préstamos, por ejemplo, el del Export Bank, que es supuestamente
una entidad internacional, se hacen para comprar mercancías en los Estados
Unidos. Y que, además de eso, se hacen para comprar determinadas mercancías de
monopolios extranjeros. El Export Bank, por ejemplo, le presta (por supuesto no
significa que sea real) a la Compañía Birmana de Electricidad —pensemos que la
Compañía Birmana de Electricidad es igual a la Compañía Cubana de Electricidad—
y entonces se le prestan ocho, diez o quince millones de pesos a esa compañía.
Coloca entonces sus aparatos, empieza a suministrar fluido eléctrico carísimo y
muy mal, cobra cantidades enormes y después la nación paga. Esos son los
sistemas de créditos internacionales. Enormemente diferente a un crédito
concedido a una nación para que esa nación lo aproveche y para que todos sus
hijos se beneficien con ese crédito. Muy distinto sería si la Unión Soviética
hubiera prestado 100 millones de pesos a una compañía subsidiaria suya para
establecer un negocio y exportar sus dividendos a la misma Unión Soviética.
Pero en estos casos se ha planeado ahora hacer una gran empresa siderúrgica y
una destilería de petróleo, totalmente nacionales y para el servicio del
pueblo.
Es decir, todo lo
que paguemos significa solamente la retribución de lo que recibimos y una
retribución correcta y honesta, como se ha visto en el caso del petróleo. Yo no
digo que a medida que se vayan firmando otros contratos, en la misma forma
abierta en que el gobierno de Cuba explica todas sus cosas, podremos dar
informes también de precios extraordinariamente baratos en todas las mercancías
que produce ese país y además en todos los productos manufacturados de calidad.
El Diario de la Marina, hay que citarlo una vez más, se opone.
Desgraciadamente, no traje un artículo que hay muy interesante, que da 5, 6 ó 7
razones por las cuales el convenio le parece mal. Todas son falsas, por
supuesto. Pero no solamente falsas en la interpretación, lo que ya es malo. Son
falsas incluso en las noticias. Son falsas, por ejemplo, cuando dice que eso significa
el compromiso de Cuba de apoyar las maniobras soviéticas en las Naciones
Unidas. Muy diferente es que en una declaración que está absolutamente al
margen de ese convenio, que fue redactada de común acuerdo, Cuba se compromete
a luchar por la paz dentro de las Naciones Unidas. Es decir que se acusa a
Cuba, como ya lo explicara Fidel, exactamente de hacer aquello para lo cual las
Naciones Unidas se habían formado, según sus actas de constitución y todas las
otras cuestiones económicas que han sido muy bien refutadas por nuestro
Ministro de Comercio, adolecen de fallas muy grandes y de mentiras groseras. La
más importante es con respecto al precio. Ustedes saben que el precio del
azúcar se guía en el mercado mundial naturalmente, por la oferta y la demanda.
Dice el Diario de la Marina que si ese millón de toneladas que Cuba vende, la
Unión Soviética lo vuelve a poner en el mercado, entonces Cuba no ha ganado
nada. Eso es mentira, por el hecho simple de que está bien establecido en el
convenio que solamente la Unión Soviética puede exportar azúcar a los países
que habitualmente le compraban. La Unión Soviética es una importadora de
azúcar, pero exporta también azúcar refinado a algunos países limítrofes que no
tienen refinería, como son el Irán, el Iraq, el Afganistán y a esos países a
los que habitualmente exporta la Unión Soviética naturalmente, seguirá
sirviéndoles, pero nuestro azúcar se consumirá íntegramente dentro de los
planes de aumento de consumo popular que tiene ese país.
Si los
norteamericanos están muy preocupados, porque ya están en el mismo congreso
diciendo que la Unión Soviética los alcanza, y si le creen ellos a la Unión
Soviética, ¿por qué nosotros no tenemos que creerlo?, cuando nos dicen, y lo
firman además, porque no es que lo digan de palabra, que ese azúcar es para su
consumo interno, y ¿por qué tiene ningún periódico aquí que regar la duda, duda
que se recoge internacionalmente y que sí puede hacer mal a los precios del
azúcar? Es simplemente nada más que la tarea de la contrarrevolución. La tarea
de los que no se resignan a perder su privilegio. Por otra parte, con respecto
al precio del azúcar cubano, que mereció hasta una inmerecida mención de uno de
los voceros, fue el Lincoln Price con respecto a una aseveración nuestra hace
unos días; ellos insisten en que esos 100 ó 150 millones de pesos que pagan de
más por el azúcar, es un regalo a Cuba. No es tal, Cuba firma por ello
compromisos arancelarios que hacen que por cada peso que los norteamericanos
gastan en Cuba, Cuba gaste más o menos un peso y quince centavos. Eso significa
en diez años que 1000 millones de dólares han pasado de las manos del pueblo
cubano a las de los monopolios norteamericanos; nosotros no tenemos por qué
regalar a nadie, pero si pasara de las manos del pueblo cubano a las del pueblo
norteamericano, podríamos estar más contentos, pero pasaban a las arcas de los
monopolios, que sirven nada más que para ser instrumentos de opresión para
evitar que los pueblos subyugados del mundo inicien su camino de liberación. Los
empréstitos que Estados Unidos ha dado a Cuba le han costado a Cuba 61 centavos
de interés por cada peso, y eso a corto plazo, no digamos lo que costaría a
largo plazo, como el convenio con la Unión Soviética. Por eso nosotros hemos
seguido a cada paso la prédica martiana y en el comercio exterior hemos
insistido en diversificarlo lo más posible, no atarnos a ningún comprador y no
solamente diversificar nuestro comercio exterior sino nuestra producción
interior para poder servir más mercados.
Cuba, pues, marcha
hacia adelante; vivimos un minuto realmente estelar en nuestra historia, un
minuto en que todos los países de América Latina ponen sus ojos en esta pequeña
isla y acusan los gobiernos reaccionarios a Cuba de todos los estallidos de
indignación popular que hay por cualquier lado de la América Latina. Se ha
puntualizado bien claro que Cuba no exporta revoluciones; las revoluciones no
se pueden exportar. Las revoluciones se producen en el instante en que hay una
serie de contradicciones insalvables dentro de un país. Cuba sí exporta un
ejemplo, ese mal ejemplo que he citado. Es el ejemplo de un pequeño pueblo que
desafía las leyes de una falsa ciencia llamada “geopolítica” y en las mismas
fauces del monstruo que llamara Martí, se permite lanzar sus gritos de
libertad. Ese es el crimen y ese el ejemplo que temen los imperialistas, los
colonialistas norte-americanos. Quieren aplastarnos porque es una bandera de
Latinoamérica, quieren aplicarnos la doctrina Monroe, ya que hay una nueva
versión de la que dio Monroe, presentada al Senado de los Estados Unidos; creo
que, afortunadamente para ellos mismos, no fue aceptada o no pasó de alguna
comisión.
Tuve oportunidad de
leer los considerandos, considerando una mentalidad tan cavernaria, tan
extraordinariamente colonial, que yo creo que hubiera constituido la vergüenza
del pueblo norteamericano el aprobarla. Esa moción revivía la doctrina Monroe,
pero ya mucho más clara y en uno de sus párrafos decía, recuerdo perfectamente
que era así: “Por cuanto: la doctrina Monroe establece bien claro que ningún
país fuera de América Latina puede esclavizar a los países americanos.” Es
decir, países dentro de América Latina, sí. Y entonces seguía: “...es
naturalmente una versión más de aquella otra que se presenta ahora para intervenir,
sin necesidad de llamar a la OEA” y después de presentar el hecho consumado
ante la OEA. Pero, bueno, éstos son los peligros de tipo político derivados así
de nuestra campaña de tipo económico por liberarnos. Tenemos nosotros, tenemos
antes que nada un apuro de horas, pero bueno... tenemos el último problema, el
de cómo invertir nuestras divisas, cómo invertir el esfuerzo de la nación para
lograr llevar adelante rápidamente nuestras aspiraciones económicas. El 24 de
febrero, ante los trabajadores, recibiendo el importe total simbólico del 4%,
Fidel Castro dijo:
...pero cuando la
Revolución llega al poder, ya las reservas no podían disminuir más y teníamos
un pueblo habituado a un consumo de importación mayor de lo que exportaba.
En esa situación,
es cuando un país tiene que invertir o tiene que recibir capital del
extranjero. Ahora bien, cuál era la tesis nuestra de ahorrar y de ahorrar sobre
todo nuestras divisas para desarrollar nuestra industria propia. Pues
establecía la tesis de la importación de capital privado. Cuando se trata de
capital privado nacional, el capital está en el país. Pero, cuando se trata de
la importación, porque se necesitan capitales y la fórmula de solución que se
aconseja es la inversión de capital privado, tenemos esta situación. El capital
privado extranjero no se mueve por generosidad, no se mueve por un acto de
noble caridad, no se mueve ni se moviliza por el deseo de llegar a los pueblos.
El capital extranjero se moviliza por el deseo de ayudarse a sí mismo. El
capital privado extranjero es el capital que sobra en un país y se traslada a
otro país, donde los salarios sean más bajos, las condiciones de vida, las
materias primas sean más baratas para obtener mayores ganancias. Lo que mueve
el capital de inversión privada extranjera, no es la generosidad sino la
ganancia, y la tesis que se había defendido siempre aquí era de garantía al
capital privado de inversión para resolver los problemas de la
industrialización.
Entre la
agricultura y la industria se invertirán 300 millones. Esa es la batalla por
desarrollar económicamente nuestro país y resolver los males. Claro que no es
camino fácil. Ustedes saben que nos amenazan, ustedes saben que se habla de
represalias económicas, ustedes saben que se habla de maniobras, de quitarnos
cuotas, etc., etc., mientras nosotros tratamos de vender nuestros productos.
¿Esto quiere decir acaso que tengamos que retroceder? ¿Esto quiere decir que
tengamos que abandonar toda esperanza de mejoramiento, porque nos amenacen?
¿Cuál es el camino correcto del pueblo? ¿A quién le hacemos nosotros daño
queriendo progresar? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo del trabajo de
otros pueblos? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo de la riqueza de otros
pueblos? ¿Qué es lo que queremos los cubanos aquí? Lo que queremos es no vivir
del sudor de otros, sino vivir de nuestro sudor. No vivir de la riqueza de
otros, sino de nuestra riqueza, para que todas las necesidades materiales de
nuestro pueblo se satisfagan y sobre esa base resolver los demás problemas del
país, porque no se habla de lo económico por lo puramente económico, sino de lo
económico como base para satisfacer todas las demás necesidades del país, de la
educación, de una vida higiénica y saludable, la necesidad de una vida que no
solo sea de trabajo, sino de esparcimiento, la necesidad de satisfacer las
grandes necesidades coloniales sobre ella y cuando se hablaban las mismas cosas
que nosotros pretendemos. Cómo vamos a gastar todos esos millones, es algo que
les explicará algún otro compañero en una de estas charlas haciendo una
demostración de por qué se van a gastar también, no solo de cómo, en el camino
que nosotros hemos elegido.
Ahora para los
débiles, para los que tengan miedo, para los que piensen que estamos en una
situación única en la historia y que ésta es una situación insalvable, y que si
nosotros no nos detenemos o no retrocedemos, estamos perdidos, quiero citarles
la última cita hasta aquí, una breve anécdota de Jesús Silva Herzog, economista
mexicano que fue el autor de la Ley de Expropiación del Petróleo y que se
refiere precisamente a la época aquella vivida por México, cuando también se
cernía el capital internacional contra los valores espirituales y culturales de
los pueblos; esto es la síntesis de lo que se habla de Cuba y dice así:
Por supuesto, se
dijo que México era un país comunista. Surgió el fantasma del comunismo. El
embajador Daniels en el libro que ya he citado en conferencias anteriores,
cuenta que va a Washington de visita en esos días difíciles, y un caballero inglés
le habla del comunismo mexicano. El señor Daniels le dice: “Pues yo en México
no conozco más comunista que a Diego Rivera; pero, ¿qué es un comunista?”, le
pregunta seguidamente Daniels, al caballero inglés. Este se sienta en cómoda
butaca, medita, se levanta y ensaya una definición. No le satisface. Se vuelve
a sentar, medita nuevamente, se pone un tanto sudoroso, se pone nuevamente de
pie y da otra definición. Tampoco es satisfactoria. Y así continúa hasta que al
fin, desesperado, le dice a Daniels: “Señor, un comunista es cualquier persona
que nos choca”.
Ustedes pueden ver
cómo las situaciones históricas se repiten; yo estoy seguro de que todos
nosotros chocamos bastante a la otra gente. Parece que tengo el honor junto con
Raúl [Castro] de ser de los más chocantes... Pero las situaciones históricas
tienen su parecido. Así como México nacionalizó su petróleo, y pudo seguir
adelante, y se reconoce a Cárdenas como el más grande presidente que ha tenido
esa República, así también nosotros seguiremos adelante.
Todos los que están
del otro lado nos llamarán de cualquier modo, nos dirán cualquier cosa, lo
único cierto es que estamos trabajando en beneficio del pueblo, que no
retrocederemos y que aquellos, los expropiados, los confiscados los
“siquitrillados” no volverán... 20MARZO 1960.
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