LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS
(VALLE NACIONAL OAXACA) REGENTEADOS POR EL MÍLITE PORFIRIO DÍAZ Y ENALTECIDOS
POR VICENTE FOX QUEZADA.
Este Blog tiene el agrado de presentar una porción, referente a Valle Nacional, una zona de la Región Sureste de la República mexicana ubicada hacia el norte dentro del Estado de Oaxaca; este lugar de ambiente y clima tropical fue convertido y utilizado por la tiranía encabezada por quien durante más de treinta años se ostentó como presidente de México; este político cavernoso usurpador de dicho alto cargo y claramente desleal al Patriota y gran Presidente de México Benito Juárez, sólo pudo mantenerse en el poder bajo el disfraz y máscara que le proporcionó el cargo de presidente de México, y el apoyo que durante todo ese largo periodo le brindó el poderío del gobierno de los Estados Unidos con la colaboración de los de Europa. El texto que aquí presentamos al dilecto lector es una parte del libro ‘MÉXICO BÁRBARO’ debido a la pluma del escritor y valiente periodista norteamericano John Kenneth Turner, quien a través del libro nos narra, por demás de una manera brillante y valiente, los métodos utilizados por el tirano, criminal, genocida y asesino que fungiera en una de las etapas más oscuras para la humanidad y para desgracia de los pueblos a quienes oprimió, como presidente de México. Así vemos que Valle Nacional, Oaxaca se destaca como producto de una política genocida de corte vesánico; Valle Nacional durante el régimen en cuestión fue un inmenso campo de concentración al más puro estilo nazi, se trató de un inmenso espacio en el Sureste de México utilizado como centro masivo de tortura, engaño, confusión, muerte y asesinato de miles de componentes de la población mexicana, principalmente de razas originales o nativas; gente indefensa y provista de medios a cual más sin poder resistir, porque se trataba de personas con la grave necesidad de subsistir, desprovista de medios y llevada al gigantesco campo de concentración y la muerte, mediante sofisticados procedimientos fría, cínica, perfecta y perversamente planificados y calculados, mediante la presión moral, física y el engaño. Uno de los instrumentos de que se valió el canalla usurpador para engañar a todos los pueblos del mundo y del mismo México fue la costosísima propaganda que en su beneficio y para presentarse como un gran estadista, como un santo, como lo pone en claro John Kenneth Turner, fue la prensa escrita principalmente de México, de los Estados Unidos y los medios propagandísticos de Europa. Cuándo no. Es necesario seguir difundiendo estos contenidos, para prevenir a los pueblos de México y del mundo, ya que en pleno siglo XXI nos percatamos que esos pueblos y naciones siguen sufriendo y resistiendo el azote de criminales genocidas como Porfirio Díaz; lo vemos en este momento en que el imperialismo del gobierno de los Estados Unidos y de la OTAN en Europa porfían en la instrumentación y aplicación de sus políticas BÁRBARAS de someter a la depredación, a la destrucción, al saqueo, robo y despojo las inmensas riquezas, bienes, intereses, territorios y pueblos de los países de la tierra. En el Estado de Oaxaca, a escasos kilómetros hacia el Sur de su ciudad capital, el gobierno de México encabezado en su momento en sus esferas federal y regional, por Vicente Fox Quezada y Ulises Ruiz Ortiz, tiranos asimismo de ingrata memoria para México, con un costosísimo enorme complejo de edificios (Reyes Mantecón) edificado en sus períodos administrativos, para alojamiento de diversas oficinas públicas, entre ellas lo que llaman pomposamente TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA del Estado, que construyeron ¡vaya!, para conmemorar el Bicentenario de la Revolución inicial, 1810, de la Independencia de la Patria y la de 1910-1917, y así homenajear nada menos que al mencionado asesino y genocida Porfirio Díaz, enemigo acérrimo de la Justicia y de la Función Jurisdiccional, destacan a dicho tirano como “SOLDADO DE LA PATRIA”. Vaya incongruencia. Porfirio Díaz significa precisamente lo contrario a la Independencia de México, a la Revolución Mexicana y a la Justicia. Él fue por sus atrocidades sin cuento causante de la Revolución mexicana. Fue su antítesis. Cabe mencionar que el de Oaxaca se distingue por ser uno de los Estados más pobres no sólo de México sino del mundo y al conocer el carácter retrógrada y arbitrario de personajes siniestros como Vicente Fox Quezada surge la inferencia de que la construcción de las enormes oficinas y el dedicarlas para rendir pleitesía a uno de los tiranos más destacados y cobardes de la Historia constituye una grave afrenta en contra de México y del mundo debida a la frivolidad del político reaccionario en cuestión. Dicho individuo V.Fox Quezada se distinguió precisamente por padecer un furor y una adicción en hacer visitas al Papa, lo cual dio mucho que pensar que entre otras cosas lo hizo para rogar al personaje vaticano mencionado y a san Pedro que fuese canonizado el carnicero Porfirio Díaz Para muestra del cinismo con que se conducen los políticos mexicanos en auge, por la época, año de 2006 y siguientes, en que se realizó el complejo de edificios dedicados oficialmente a Porfirio Díaz, el pueblo del Estado de Oaxaca prácticamente como Nación se rebeló en contra del despotismo de los políticos que manejan y manipulan a la Federación de México y de manera abrumadora exigía que el gobernador Ulises Ruiz Ortiz abandonara el poder; pero los políticos vendepatrias Vicente Fox y Felipe Calderón en el poder, parapetaron al tirano con miles de policías que invadieron a la ciudad
de Oaxaca, reprimieron y asesinaron a sus pueblos y mantuvieron al siniestro personaje regional en el poder. Al conocer la obra de Porfirio Díaz a través del texto de John Kenneth Turner, el lector podrá juzgar a cerca de la pleitesía que el gobierno de México rinde a sus tiranos, en la persona de uno de los genocidas más bárbaros que registra la historia mundial.
27 junio de 2014, Oaxaca de Juárez, Oaxaca México.
Juristas oaxaqueños Francisco Salvador Pérez y Giap Salvador Díaz.
benitojuarezquetzalcoatl.blogspot.com
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A continuación el mencionado texto, capítulo IV del libro
México Bárbaro, de su autor norteamericano John Kenneth Turner:
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/turner/4.html
Capítulo IV Los esclavos
contratados de Valle Nacional
Valle
Nacional es, sin duda, el peor centro de esclavitud en todo México.
Probablemente es el peor del mundo. Cuando visité Valle Nacional esperaba
encontrar algo que fuera más benigno que Yucatán, pero resultó ser más
lastimoso.
En Yucatán,
los esclavos mayas mueren más rápidamente de lo que nacen, y dos tercios de los
esclavos yaquis mueren durante el primer año después de su llegada a la región;
pero en Valle Nacional todos los esclavos, con excepción de muy pocos -acaso el
cinco por ciento- rinden tributo a la tierra en un lapso de siete u ocho meses.
Esta
afirmación es casi increíble. Yo no la hubiera creído; acaso ni después de
haber visto la forma como los hacen trabajar, el modo de azotarlos y de
matarlos de hambre, si no hubiera sido por el hecho de que los propios amos me
dijeron que era verdad. Y hay quince mil de estos esclavos en Valle Nacional
... ¡Quince mil nuevos cada año!
- Al sexto o séptimo mes empiezan a morirse como las moscas durante la
primera helada invernal y después no vale la pena conservarlos. Resulta más
barato dejados morir; hay muchos más en los lugares de donde éstos vinieron.
Palabra por
palabra, ésta es la afirmación que me hizo Antonio Pla, gerente general de un
tercio de las plantaciones de tabaco en Valle Nacional.
- He vivido aquí más de cinco años, y todos los meses veo centenares, a
veces millares de hombres, mujeres y niños tomar el camino del Valle; pero
nunca los veo regresar. De cada centenar que emprende el camino, no más de uno
vuelve a ver esta ciudad -esto me dijo un agente
ferroviario de la línea de Veracruz al Pacífico.
- No hay supervivientes de Valle Nacional; no hay verdaderos
supervivientes -me contó un ingeniero del gobierno que está a
cargo de algunas mejoras en ciertos puertos-. De vez en cuando, sale alguno del Valle y va más allá de El Hule. Con
paso torpe y mendigando hace el pesado camino hasta Córdoba; pero nunca vuelve
a su punto de origen. Esas personas salen del Valle como cadáveres vivientes,
avanzan un corto trecho y caen.
La profesión
de este hombre lo ha llevado muchas veces a Valle Nacional y conoce más de esa
región, probablemente, que cualquier otro mexicano que no esté interesado
directamente en el mercado de esclavos.
- Mueren,
mueren todos. Los amos no los dejan ir hasta que se están muriendo. Tal cosa
declaraba uno de los policías de la población de Valle Nacional, que está
situada en el centro de la región.
Y en todas
partes, una y otra vez, me dijeron lo mismo. Lo decía Manuel Lagunas,
presidente municipal de Valle Nacional, protector de los patrones y él mismo
propietario de esclavos; lo decía Miguel Vidal, secretario del municipio; lo
decían los mismos amos; los esclavos también lo decían. Y después de haber
visto lo que antes había oído, me convencí de que ésta era la verdad.
Los esclavos
de Valle Nacional no son indios, como lo son los esclavos de Yucatán; son
mestizos mexicanos. Algunos de ellos son hábiles artesanos; otros, artistas, y
la mayoría de ellos son trabajadores ordinarios. En conjunto, aparte de sus
andrajos, sus heridas, su miseria y su desesperación, constituyen un grupo
representativo del pueblo mexicano. No son criminales. No hay más del diez por
ciento a quien se haya acusado de algún delito.
El resto son
ciudadanos pacíficos y respetuosos de la ley. Sin embargo, ninguno de ellos
llegó al Valle por su propia voluntad, ni hay uno solo que no esté dispuesto a
dejarlo al instante si pudiera salir.
No hay que
aceptar la idea de que la esclavitud mexicana está confinada en Yucatán y en
Valle Nacional. Condiciones similares rigen en muchas partes de la tierra de
Díaz, y especialmente en los Estados al sur de la capital. Cito a Valle
Nacional por ser notorio como región de esclavos y porque, como ya se indicó,
constituye el mejor ejemplo de la peor trata de esclavos que conozco.
La causa de
las extremosas condiciones de Valle Nacional es principalmente geográfica.
Valle Nacional es una honda cañada de tres a diez kilómetros de anchura,
enclavada entre montañas casi inaccesibles, en el más extremo rincón al
noroeste del Estado de Oaxaca. Su entrada está ocho kilómetros aguas arriba del
río Papaloapan, partiendo de El Hule, que es la estación ferroviaria más
próxima, y por este lugar pasa todo ser humano que va o viene del Valle. No hay
ninguna otra ruta practicable para entrar ni para salir. Las magníficas
montañas tropicales que lo rodean están cubiertas por una impenetrable
vegetación cuyo paso dificultan aún más los jaguares, pumas y serpientes
gigantescas. Además, no hay camino carretero a Valle Nacional, solamente un río
y un camino de herradura ...; un camino que lo lleva a uno por la selva,
después bordea precipicios donde el jinete tiene que desmontar y andar a gatas,
llevando al caballo de la brida; más tarde hay que atravesar la honda y
alborotada corriente del río. Se necesita ser un fuerte nadador para cruzar
este río cuando la corriente es crecida; pero, no obstante, quien vaya a pie
tiene que cruzarlo a nado más de una vez para salir de Valle Nacional.
Si se va a
caballo es preciso cruzarlo cinco veces: cuatro en canoa, haciendo nadar
trabajosamente a los caballos, y otra vadeando por una larga y dificil ruta en
la que hay que evitar grandes rocas y hondos agujeros. El Valle propiamente
dicho es plano como una mesa, limpio de toda vegetación inútil, y por él corre
suavemente el río Papaloapan. El valle, el río, y las montañas circundantes
forman uno de los más bellos panoramas que he tenido la suerte de contemplar.
Valle
Nacional se halla a tres horas de viaje de Córdoba y a dos de El Hule. Los
viajeros perdidos llegan a veces hasta Tuxtepec, la ciudad principal del
distrito político; pero nadie va a Valle Nacional si no tiene allí algún
negocio. Es región tabaquera, la más conocida de México, y la producción se
obtiene en unas treinta grandes haciendas, casi todas propiedad de españoles.
Entre El Hule y la entrada al valle hay cuatro pueblos: Tuxtepec, Chiltepec, Jacatepec
y Valle Nacional, todos situados a orillas del río, y todos ellos provistos de
policías para cazar a los esclavos que se escapen; pero ninguno de éstos puede
salir del Valle sin pasar por los pueblos. Tuxtepec, el más grande, cuenta con
diez policías y once rurales. Además, todo esclavo que se escapa supone un
premio de diez pesos al ciudadano o policía que lo detenga y lo devuelva a su
propietario.
En esta forma
se comprenderá hasta qué punto el aislamiento geográfico de Valle Nacional
contribuye para que sea algo peor que otros distritos de México, en los que
también explotan esclavos.
Además de
todo esto, hay que añadir el completo entendimiento que hay con el gobierno y
la proximidad a un mercado de trabajo casi inagotable.
La esclavitud
en Valle Nacional, lo mismo que en Yucatán, no es otra cosa sino peonaje o
trabajo por deudas llevado al extremo, aunque en apariencia toma un aspecto
ligeramente distinto: el de trabajo por contrato.
El contrato
de trabajo es, sin duda, el origen de las condiciones imperantes en Valle
Nacional. Los hacendados tienen necesidad de trabajadores y acuden al
expediente de gastar en importarlos, en la inteligencia de que tales
trabajadores deben permanecer en sus puestos durante un plazo determinado.
Algunos han intentado escapar a sus contratos y los hacendados han usado la
fuerza para obligarlos a quedarse. El dinero adelantado y los costos del
transporte se consideran como una deuda que el trabajador debe pagar mediante
trabajo. De aquí sólo se necesita un paso para organizar las condiciones de
trabajo de tal modo que el trabajador no pueda verse libre en ninguna
circunstancia. Con el tiempo, Valle Nacional ha llegado a ser sinónimo de
horror entre toda la población trabajadora de México; nadie desea ir allá por
ningún precio. Así los dueños de las haciendas se ven en la necesidad de decir
a los contratados que se les llevará a otra parte, lo cual ha sido el principio
de que se engañara por completo a los trabajadores, de que se formularan
contratos que no serían cumplidos, pero que auxiliarían a enredar totalmente a
quienes cayeran en el garlito. Por último, de esta situación sólo hubo un paso
para integrar una sociedad mercantil con el gobierno en la que la fuerza
policíaca fue puesta en manos de los hacendados para que los ayudara a llevar
adelante un comercio de esclavos.
Los
hacendados no llaman esclavos a sus esclavos. Los llaman trabajadores
contratados. Yo sí los llamo esclavos, porque desde el momento en que entran a
Valle Nacional se convierten en propiedad privada del hacendado y no existe ley
ni gobierno que los proteja.
En primer
lugar, el hacendado compra al esclavo por una suma determinada. Lo hace
trabajar a su voluntad, lo alimenta o le hace pasar hambre a su antojo; lo
tiene vigilado por guardias armados día y noche, lo azota, no le da dinero, lo
mata y el trabajador no tiene ningún recurso al cual acudir. Llámese esto como
se quiera, yo lo llamo esclavitud, porque no conozco otra palabra que se adapte
mejor a tales condiciones.
He dicho que
ningún trabajador enviado a Valle Nacional para convertirlo en esclavo hace el
viaje por su propia voluntad. Hay dos maneras de llevarlo hasta allí: bien por
conducto de un jefe político o de un agente de empleos, que trabaja
en unión de aquél o de otros funcionarios del gobierno.
El jefe
político es un funcionario público que rige un distrito político,
correspondiente a lo que se llama condadoen los Estados Unidos. Es
designado por el presidente o por el gobernador del Estado y también funge como
presidente municipal de la ciudad principal de su distrito. A su vez, él suele
nombrar a los alcaldes de los pueblos de menor categoría que están bajo su
autoridad, así como a los funcionarios de importancia. No tiene ante quién
rendir cuentas, excepto su gobernador, y a menos que el presidente de la
República resuelva intervenir, resulta por todos conceptos un pequeño zar de
sus dominios.
Los métodos
empleados por el jefe político cuando trabaja solo son muy simples. En lugar de
enviar a pequeños delincuentes a cumplir sentencias en la cárcel, los vende
como esclavos en Valle Nacional. Y como se guarda el dinero para sí, arresta a
todas las personas que puede. Esté método es el que siguen, con pequeñas
variantes, los jefes políticos de todas las principales ciudades del sur de
México.
Según me
informaron Manuel Lagunas, algunos enganchadores y otras personas de cuya
veracidad en el asunto no tengo motivo para dudar, el jefe político de cada una
de las cuatro ciudades sureñas más grandes de México, paga una cuota anual de diez
mil pesos por su encargo, el cual no valdría esa suma si no fuera por los gajes
de la trata de esclavos y otros pequeños latrocinios a que se dedica el
favorecido con el puesto; los jefes menores pagan a sus gobernadores cantidades
más cortas. Envían a sus víctimas por los caminos en cuadrillas de 10 a 100 y a
veces más; gozan de una tarifa especial del gobierno en los ferrocarriles y
utilizan rurales a sueldo del gobierno para custodiar a los que aprehenden; por
todo ello, el precio de venta de cuarenta y cinco a cincuenta pesos por cada
esclavo es casi todo utilidad neta.
Pero
solamente un diez por ciento de los esclavos son enviados directamente a Valle
Nacional por los jefes políticos; como no hay base legal para el procedimiento,
tales jefes prefieren trabajar en connivencia con los enganchadores. Tampoco
hay base legal para emplear los métodos que siguen estos enganchadores; pero
esa asociación es provechosa. Los funcionarios pueden escudarse tras de los
enganchadores y éstos bajo la protección de los funcionarios, absolutamente y
sin temor de ser penalmente perseguidos.
En esta
asociación, la función del enganchador consiste en atraer con engaños al
trabajador y la función del gobierno en apoyar a aquél, ayudarlo; protegerlo,
concederle bajas tarifas de transporte y servicio de guardias gratuito y,
finalmente, participar de las utilidades.
Los métodos
del enganchador para engañar al obrero son muchos y variados. Uno de ellos
consiste en abrir una oficina de empleos y publicar anuncios demandando trabajadores
a los que se ofrecen altos jornales, casa cómoda y gran libertad en algún lugar
al sur de México. También les ofrece transporte libre, por lo que tales ofertas
siempre hacen caer a algunos en el garlito, especialmente a hombres con familia
que buscan trasladarse a sitios más propicios. Al cabeza de familia le da un
anticipo de cinco dólares y a toda ella la encierra en un cuarto tan bien
asegurado como una cárcel.
Después de
uno o dos días, a medida que van llegando otros, empiezan a tener algunas
dudas. Quizá se les ocurra pedir que los dejen salir, y entonces se dan cuenta
de que están realmente prisioneros. Se les dice que tienen una deuda pendiente
y que los retendrán hasta que la paguen con trabajo. Pocos días después, la
puerta se abre y salen en fila; ven que están rodeados por rurales. Los hacen
marchar por una calle de poco tránsito hasta una estación de ferrocarril, donde
son puestos en el tren; tratan de escapar, pero es inútil; son prisioneros.
Pocos días después están en Valle Nacional.
Generalmente
el obrero secuestrado en esta forma pasa por el formalismo de firmar un
contrato. Se le dice que tendrá buen hogar, buena alimentación y jornales de
uno, dos o tres dólares diarios durante un periodo de seis meses o un año. Le
pasan por los ojos un papel impreso y el enganchador lee con rapidez algunas
frases engañosas allí escritas. Luego le ponen una pluma en la mano y le hacen
firmar a toda prisa. La entrega del anticipo de cinco dólares es para afianzar
el contrato y para que la víctima quede en deuda con el agente. Le suelen dar
oportunidad para que los gaste en todo o en parte, por lo común en ropa u otras
cosas necesarias, con el objeto de que no pueda devolverlos cuando descubra que
ha caído en una trampa. Los espacios blancos del contrato impreso para fijar el
jornal y otros detalles son cubiertos después por mano del enganchador o del
consignatario.
En la ciudad
de México y en otros grandes centros de población se mantienen de modo
permanente lugares llamados casas de enganchadores, conocidas ordinariamente
por la policía y por los grandes compradores de esclavos para la tierra
caliente. Sin embargo, no son más ni menos que cárceles privadas en las que se
encierra con engaños al trabajador, a quien se mantiene allí contra su voluntad
hasta que se le traslada en cuadrilla vigilado por la fuerza policiaca del
gobierno.
El tercer
método que emplea el enganchador es el secuestro descarado. Oí hablar de muchos
casos de secuestro de mujeres y de hombres. Centenares de individuos medio
borrachos son recogidos cada temporada en los alrededores de las pulquerías de
la ciudad de México, para encerrarlos bajo llave y más tarde remitirlos a Valle
Nacional. Por lo regular, también se secuestra a niños para enviarlos al mismo
sitio. Los registros oficiales de la ciudad de México indican que durante el
año que terminó el 14 de septiembre de 1908, habían desaparecido en las calles
360 niños de seis a doce años de edad, algunos de los cuales se encontraron
después en Valle Nacional.
Durante mi
primer viaje a México, El Imparcial, uno de los principales diarios de la capital, publicó un relato acerca
de un niño de siete años que había desaparecido mientras su madre estaba viendo
los aparadores de una casa de empeños. La desesperada búsqueda fracasó; se
trataba de un hijo único y para mitigar su tristeza el padre se emborrachó
hasta que murió en pocos días, mientras la madre se volvió loca y también
murió. Después de tres meses, el muchacho, andrajoso y con los pies heridos,
subía trabajosamente la escalera de la casa que había sido de sus padres y
llamaba a la puerta. Había sido secuestrado y vendido a los dueños de una
plantación de tabaco, pero pudo conseguir lo casi imposible, con un muchacho de
nueve años había eludido la vigilancia de los guardias de la plantación y
debido a su corta estatura, los dos pudieron escapar sin ser vistos. Robando
una canoa llegaron hasta El Hule. En lentas etapas, mendigando la comida en el
camino, los pequeños fugitivos lograron llegar hasta su hogar.
Supe una
historia típica de un enganchador; la conocí en Córdoba, cuando iba camino del
Valle. Primero me la contó un contratista negro de Nueva Orleans, que había
residido en el país, unos quince años; luego me la contó el propietario del
hotel donde me hospedé, y después me la confirmaron varios hacendados
tabaqueros del Valle. La historia es la siguiente:
Hace cuatro
años, Daniel T., un aventurero, llegó sin un centavo a Córdoba. Pocos días
después tenía dificultades con su casero por no pagar la renta de la
habitación; pero en pocos días aprendió dos o tres cosas y se dedicó a
aprovechar lo que sabía. Salió a pasear por las calles y al encontrar a un
campesino le dijo: ¿Quieres ganarte dos reales (veinticinco centavos) con
facilidad? Naturalmente la oferta interesó al
hombre y después de unos minutos ya estaba camino de la habitación del
aventurero llevando un mensaje, mientras el astuto individuo tomaba
otra ruta para llegar antes. Esperó al mensajero en la puerta, lo agarró del
cuello, lo arrastró, lo amordazó y amarró, y lo dejó en el suelo mientras iba
en busca de un enganchador. Esa misma noche, el aventurero vendió su prisionero
en veinte pesos, pagó su renta y comenzó a hacer planes para repetir la
operación en mayor escala.
El incidente
sirvió a este hombre para entrar en el negocio de contratar
trabajadores. En unos cuantos meses se había puesto de acuerdo con los
jefes políticos de la ciudad de México, de Veracruz, de Oaxaca, de Tuxtepec y
de otros lugares; hoy es el señor Daniel T. Yo vi su casa, una mansión
palaciega que tiene tres gallos en un escudo sobre la puerta. Usa un sello
privado y dicen que su fortuna llega a cien mil pesos, todo ello adquirido comoagente
de empleos.
En 1908, el
precio corriente por cada hombre era de cuarenta y cinco pesos; las mujeres y
los niños costaban la mitad; en 1907, antes de la crisis, el precio era de
sesenta pesos por hombre. Todos los esclavos que se llevan al Valle tienen que
hacer parada en Tuxtepec, donde Rodolfo Pardo, el jefe político del distrito,
los cuenta y exige para él un tributo del diez por ciento sobre el precio de
compra.
La evidente
asociación del gobierno con el tráfico de esclavos tiene, necesariamente,
alguna excusa. Esta es la deuda, el anticipo de cinco dólares que suele pagar
el enganchador al bracero, la cual es anticonstitucional, pero efectiva. El
presidente de Valle Nacional me dijo: No hay un
solo policía en todo el sur de México que no reconozca ese anticipo como deuda
y apruebe su derecho para llevar al trabajador donde usted quiera.
Cuando la
víctima llega a la zona del tabaco, se da cuenta de que las promesas del
enganchador fueron tan sólo para hacerle caer en la trampa; además, se entera
también de que el contrato -si tuvo la suerte de echarle una ojeada a ese
papel- se hizo evidentemente con el mismo fin. Así como las promesas del
enganchador desmienten las estipulaciones del contrato, éste es desmentido por
los hechos reales. El contrato suele establecer que el trabajador se vende por
un periodo de seis meses; pero ningún trabajador que conserve un resto de
energía queda libre a los seis meses. El contrato suele decir que el patrón
está obligado a proporcionar servicios médicos a los trabajadores; el hecho es
que no hay ni un solo médico para todos los esclavos de Valle Nacional.
Finalmente, tal documento suele obligar al patrón a pagar un salario de
cincuenta centavos por día a los varones y tres dólares por mes a las mujeres;
pero yo nunca encontré algún esclavo que hubiera recibido un solo centavo en
efectivo, aparte del anticipo entregado por el enganchador.
Varios
patrones se jactaron ante mí de que nunca daban dinero a sus esclavos; sin
embargo, no llamaban a ese sistema esclavitud. Afirmaron que llevaban en los
libros las cuentas de sus esclavos y que las arreglaban de modo que éstos
siempre estuvieran en deuda. Sí, los
jornales son de cincuenta centavos diarios -dijeron-; pero nos tienen que reembolsar lo que pagamos para traerlos; también
tienen que cubrir los intereses, la ropa que les damos, el tabaco y otras cosas.
Esta es
exactamente la actitud de todos los tabaqueros de Valle Nacional. Por la ropa,
el tabaco y otras cosascargan el décuplo del precio, sin
exageración. El señor Rodríguez, propietario de la finca Santa Fe, por ejemplo, me mostró un par de algo
parecido a una pijama de tela de algodón sin blanquear que los esclavos usan
como pantalones. Me dijo que su precio era de tres dólares el par y pocos días
después encontré el mismo artículo en Veracruz a treinta centavos.
Pantalones a
tres dólares; camisas al mismo precio; ambas prendas de tela tan mala que se
desgasta y se cae en pedazos a las tres semanas de uso; sí, ocho trajes en seis
meses a seis dólares, son cuarenta y ocho; agréguense cuarenta y cinco dólares,
que es el precio del esclavo, más cinco de anticipo, más dos de descuentos y
así se liquidan los noventa dólares del salario de seis meses.
Esa es la
forma de llevar las cuentas para mantener a los esclavos sujetos como esclavos.
Por otra parte, las cuentas son diferentes para calcular el costo que ellos
representan para el amo. El precio de compra, los
alimentos, la ropa, los jornales ..., todo -me dijo el
señor Rodríguez- cuesta de sesenta a setenta dólares por hombre
en los primeros seis meses de servicio.
Agréguense el
precio de compra, el anticipo y los trajes al costo de sesenta centavos cada
uno, y resulta un remanente de cinco a quince dólares para alimentos y jornales
durante seis meses, que se gastan en frijoles y tortillas.
Claro,
también hay otro gasto constante que tienen que pagar los amos: el entierro en
el cementerio del Valle Nacional. Cuesta un dólar cincuenta centavos. Digo que
se trata de un gasto constante porque en la práctica todos los esclavos mueren
y se supone que hay que enterrarlos. La única excepción se presenta cuando,
para ahorrarse un dólar cincuenta centavos, los amos mismos entierran al
esclavo o lo arrojan a los caimanes de las ciénagas cercanas.
Los esclavos
están vigilados noche y día. Por la noche los encierran en un dormitorio que
parece una cárcel. Además de los esclavos, en cada plantación hay un mandador,
o mayordomo, varios cabos que combinan las funciones de capataces y guardias, y
algunos trabajadores libres que hacen de mandaderos y ayudan a perseguir a los
que se escapan.
Las cárceles
son grandes construcciones, a manera de trojes, sólidamente construidas con
troncos jóvenes clavados en el suelo y atados con mucho alambre de púas. Las
ventanas tienen barras de hierro; los pisos son de tierra, y en general sin
muebles, aunque en algunos casos hay largos y rústicos bancos que hacen las
veces de camas. Los colchones son delgados petates de palma. En ese antro
duermen todos los esclavos, hombres, mujeres y niños, cuyo número varía entre
70 y 400, de acuerdo con el tamaño de la plantación.
Se amontonan
como sardinas en lata o como ganado en un vagón de ferrocarril. Uno mismo puede
calcularlo e imaginarIo. En la finca Santa Fe el dormitorio mide veinticinco por seis metros y aloja a 150
personas; en la fincaLa Sepultura el
dormitorio es de trece por cinco metros y aloja a 70; en San Cristóbal es de treinta y tres por dieciséis
metros y aloja a 350, y en San Juan del
Río es de veintiséis por treinta metros para
400 personas. Así, el espacio disponible para que cada persona se acueste es de
tres a seis metros cuadrados. En ninguna de las fincas encontré un dormitorio
separado para las mujeres o los niños. A pesar de que hay mujeres honestas y
virtuosas entre las enviadas a Valle Nacional todas las semanas todas son
encerradas en un mismo dormitorio junto con docenas o centenares de hombres y
dejadas a merced de ellos.
A veces
llegan a Valle Nacional mexicanos trabajadores y honrados, con sus mujeres e
hijos. Si la mujer es atractiva, va a parar al patrón o a uno o varios de los
jefes. Los niños ven que se llevan a su madre y saben lo que será de ella. El
marido también lo sabe; pero si se atreve a protestar es golpeado con un
garrote como respuesta. Repetidas veces esto me dijeron los amos, los esclavos,
los funcionarios; las mujeres encerradas en esas latas de sardinas tienen que
cuidarse por sí mismas.
La quinta
parte de los esclavos de Valle Nacional son mujeres y la tercera parte niños
menores de 15 años. Éstos trabajan en los campos con los hombres. Cuestan
menos, duran bastante y en algunas labores, como la de plantar el tabaco, son
más activos y, por lo tanto, más útiles. A veces se ven niños hasta de 6 años
plantando tabaco. Las mujeres trabajan también en el campo, especialmente en la
época de la recolección; pero principalmente se dedican a las labores
domésticas. Sirven al amo y al ama, si la hay; muelen el maíz y cocinan los
alimentos de los esclavos varones. En todas las casas de esclavos que visité
encontré de 3 a 12 mujeres moliendo maíz, todo a mano, en dos piedras
llamadas metate. La piedra plana se coloca en el suelo; la mujer se
arrodilla tras de ella, y completamente doblada, mueve hacia adelante y atrás
la piedra cilíndrica o mano del metate sobre la piedra plana.
El movimiento es parecido al que hace una mujer lavando ropa; pero es mucho más
duro. Pregunté al presidente municipal de Valle Nacional por qué los
propietarios no compraban molinos baratos para moler el maíz, o por qué no
compraban uno entre todos, en vez de acabar con los pulmones de varios
centenares de mujeres cada año, y la respuesta fue: Las mujeres son más baratas que las máquinas.
En Valle
Nacional parecían trabajar todo el tiempo. Los vi trabajar al amanecer y al
anochecer; los vi trabajando hasta muy tarde por la noche: Si pudiéramos usar la potencia hidráulica del Papaloapan para alumbrar
nuestras fincas, podríamos trabajar toda la noche -me
dijo Manuel Lagunas y sí creo que lo hubiera hecho.
La hora de
levantarse en las fincas es generalmente las 4 de la mañana; a veces más
temprano. Excepto en 3 o 4 de ellas, en las otras 30, los esclavos trabajan
todos los días del año ... hasta que mueren. En San Juan del Río, una de las más grandes, disfrutan de medio
día de descanso los domingos. Casualmente estuve en San Juan del Ríoun domingo por la tarde. ¡El medio día de
descanso! ¡Qué broma tan triste! Los esclavos lo pasaron en la prisión, bien
encerrados para impedirles huir.
Todos mueren
muy pronto. Los azotan y eso ayuda. Les hacen pasar hambre y eso ayuda también.
Mueren en el lapso de un mes a un año, y la mayor mortalidad ocurre entre el
sexto y el octavo mes. Igual que los algodoneros de los Estados norteamericanos
del Sur antes de la Guerra de la Secesión, los
tabaqueros de Valle Nacional parecen tener su negocio calculado hasta el último
centavo. Una máxima bien establecida de nuestros algodoneros era que se podía
obtener la mayor utilidad del cuerpo de un negro haciéndole trabajar hasta
morir durante siete años, y comprar después otro. El esclavista de Valle
Nacional ha descubierto que es más barato comprar un esclavo en $45, hacerlo
morir de fatiga y de hambre en siete meses y gastar otros $45 en uno nuevo, que
dar al primer esclavo mejor alimentación, no hacerle trabajar tanto y prolongar
así su vida y sus horas de trabajo por un periodo más largo.
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/turner/4.html
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